El sincretismo navideño en la Ciudad de México es muy extraño: no sólo se mezclaron tradiciones cristianas sino que ahora tenemos una amalgama de culturas que, si las vemos con ojo clínico, resultan fuera de lugar.

Creemos que ya nadie se cuestiona tradiciones como la de las pastorelas pero ¿no se les hace extraño que en la mayoría de ellas los pastores parecen salidos de una película de Pedro Infante? Echando balazo y gritando “¡ya mero nace el niño Dios, yiaaajai!”

Es por eso que hacemos una lista de esos misterios navideños que pasamos por alto, pero que serían buen argumento de cualquier rutina de stan up comedy. No se lo tomen a mal, simplemente sacamos a pasear a nuestro grinch navideño.

– En las pastorelas de la escuela los pastorcitos van vestidos con un jorongo hecho de jerga. Dudamos que hayan llegado así al pesebre de Belén. De hecho dudamos que algún pastor se ponga una jerga para cubrirse del frío. Misteeerio.

– El papel navideño por excelencia es ése que simula ser ladrillo rojo con nieve pegada. Al parecer lo utilizamos para que se vea más rústico y bonito, pero eso sí, a nuestras paredes les ponemos yeso para que se vean parejas.

– Como nos han metido la idea de que la Navidad es como en casa gringa, añoramos la chimenea. Los chilangos más locos ponemos una pantalla con la grabación de leña crepitando que se repite una y otra vez, sin importar que vivas en Unidad Habitacional.

– Para simular que tenemos a la naturaleza en nuestra sala, vamos y cortamos un arbolito del bosque que metemos a la fuerza. Los comerciantes les quitan las piñitas, que posteriormente nos venden a precio de oro para adornarlo ¡wtf! Pero como se ven muy feas de color natural, en los mercados las pintan de dorado y les ponen moñitos. Así no se puede.

– Como geográficamente no nos tocó nieve, echamos espuma en las ventanas para hacer figuritas. Para simular la escarcha que se forma en los techos de los países nórdicos, a algún aventurado se le ocurrió agarrar un hilo, pegarle papelitos dorados y plateados y venderlo por metro en las papelerías. En otros tiempos lo que rifaba era cubrir el árbol con bolitas de unicel: no hay nada más antiecológico que eso.

– Pregúntele a cualquier niño en edad escolar qué clase de animal es un reno y le dirá que es un venado, un alce o una especie de ciervo volador. Pregúntele qué diferencia hay entre el guajolote con mole que hace la abuela y el pavo navideño. Seguramente le dirá que son animales completamente diferentes.

– Ignoramos cómo era Belén pero los que venden figuritas para el nacimiento nos han convencido que tenía palmeras, nopales, al mismo tiempo era desierto con lago, y debajo del pesebre había musgo. No nos explicamos qué es lo que simula el heno, pero también le ponemos. La fauna de Belén se componía de ovejas (muchas ovejas), patitos, burros, vacas y bueyes. Camellos sólo había uno: el del rey mago (irónicamente eso era lo que más había en la realidad).

– Añoramos el muñeco de nieve: cuando llega a nevar en el Ajusco, vamos en peregrinación a hacer el nuestro y lo traemos a casa colocado en el cofre. Este muñeco se compone en un 20 por ciento de nieve sucia y 80 por ciento de lodo. Cabe mencionar que se derrite antes de llegar a Periférico.

Ni qué decir de nuestro muérdago, que son hojas de migajón con tejocotes. Las coronas de adviento que ya no se ponen en la puerta sino en la mesa con una vela en el centro, o las luces del árbol que suenan todo el tiempo con la música de los peces en el río.

¿Qué otras cosas te resultan extrañas de la Navidad chilanga? ¡Platícanos!

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