Seguramente al pasear por Coyoacán, en la calle Cuauhtémoc —para ser más precisos—, te has topado con el famoso ‘árbol de los chicles’, en el que tanto locales como visitantes, con el fin de dejar su marca en uno de los lugares más barrios más emblemáticos de la Ciudad de México, han dejado sus chicles adheridos, revistiendo a esta jacaranda de una segunda corteza, dejándola como un dálmata de colores.

Esta costumbre —por mucho que la misma palabra chicle venga del náhuatl ‘tzictli’ y ésta a su vez del maya ‘sicte’— no es en lo absoluto mexicana: en Estados Unidos, cuna del ocio y de donde solemos copiar “tradiciones”, existen lugares donde esta costumbre se llevó primero a cabo. Los más populares son el Bubblegum Alley, en San Luis Obispo, California y su “hermano menor”, pero también bastante popular, el ‘Gum Wall’, de Seattle.

105856San Luis, California

San Luis, California (Youtube)

La costumbre inició alrededor de los años 50 del siglo pasado en San Luis Obispo y al respecto existen dos teorías: la primera apunta a que se trataba de un ritual de graduación de la Escuela Secundaria de San Luis, mientras otros dicen que eran la manera en que las escuelas rivales locales marcaban su territorio.

Si bien el árbol de Coyoacán es el más reconocido y popular de la Ciudad de México, muchos apuntan que los primeros árboles chiclosos chilangos estuvieron también en escuelas: primero en los años 70, en el CCH Naucalpan, y después en los 80, en el CCH Oriente. O sea que este acto, para algunos chistosón y para otros desagradable, siempre ha está ligado a los estudiantes que, ya sea aquí o en el gabacho, han encontrado en el acto de ‘pegar su chicle’ una manera de dejar huella.

¿Una tradición sucia?

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Gum Wall, Seattle (Youtube)

Mientras para algunos se ven cool y forman parte del paisaje urbano de la Ciudad, para otros es sólo una expresión de lo sucio que suele ser el chilango promedio. “Deberían de pegarse chicles en las nalgas, el árbol qué culpa tiene”, me dice Nayeli, quien estudia en la Prepa 6 y se dice en contra de esta clase de actos. “Hace tiempo unos amigos y yo metimos una propuesta a la Delegación para que los quitaran y para que después protegieran al árbol. Parece que sí los quitaron, pero tiempo después ya estaba igual”.

Al respecto de si en verdad esta es una fuente de contaminación o de si es algo que le hace daño al arbolito le consultamos a Daniel Cervantes, Biólogo, quien nos dijo lo siguiente: “en estricto sentido al árbol no le pasa nada por esto. La corteza o ritidoma está hecha en gran parte de tejido muerto, por lo que el adherir algo en su capa más superficial en realidad no lo afecta. Es como nuestro cabello o nuestras uñas, si tú te pones algo sobre ellos no te pasa nada. Ahora si me preguntas si esto puede atraer contaminación por bacterias o gérmenes, por supuesto que sí. Al tener restos de saliva de la gente, que al final son fluidos de las personas, los microbios se reproducen fácilmente ahí. Además algunos animales como aves o ardillas se los pueden tragar y les puede causar la muerte”.

Lo afirmado por Daniel coincide con el (des)honroso quinto lugar que el Gull Wall de Seattle se ganó a pulso dentro del ranking dentro de las atracciones turísticas más contaminadas por gérmenes en el mundo. Así que podrá ser curiosón, pero en realidad sí resulta una fuente de contaminación y un peligro para la cada vez más escasa fauna silvestre. Chale.

Otros árboles chiclosos

El hablar de árboles cubiertos de chiles es casi un pleonasmo, debido a que el chicle mismo viene de un árbol: el chicozapote. Nuestros ancestros hacían incisiones en la corteza de este árbol y de ahí obtenían la goma que más tarde se convertiría en nuestros amados Bublis o Motitas. Dato curioso: la palabra “tzictli” viene del vocablo “tzic”, que significa literalmente “estar pegado”. O sea que, aparentemente, el destino de esta goma siempre ha sido terminar adherida, ya sea a árboles, a las suelas del zapato o al cabello de algún incauto, en un acto de bullying despiadado.

Y si bien el árbol de Coyo y los de los CCHs son los más reconocidos, ya existen algunas réplicas, como en la esquina formada por la Vía Gustavo Baz y la Avenida Sor Juana Inés de la Cruz, en Tlalnepantla. También en Chapultepec hubo intentos de recrear esta “tradición”, pero las autoridades de limpia los han retirado antes de que prolifere. Dentro del mismo Coyo, cerca del Metro General Anaya hay un arbolito que también ha sido engomado. Incluso en Guadalajara, afuera de la Clínica 46 del IMSS, hay también ya un árbol que ya empieza a revestirse de gomas de mascar, aunque no al nivel de sus parientes chilangos.

¿Tú conoces algún otro árbol de chicles en la ciudad? ¿Qué opinas de esta pegosteosa tradición?

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