Los que usaron ayer el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México quizá no quieran ni terminar de leer la nota, del enojo que tuvieron por la tormenta eléctrica que provocó el cierre.

Sin embargo, esto puede ser un desfogue de coraje, porque los chilangos sabemos que viajar en avión nos obliga a acumular una buena dosis de paciencia.

Si bien es cierto que ha sido remodelado, que cuenta con más cosas para hacerte la vida más fácil, la organización de TODO lo demás está para llorar.

Le preguntamos a varias personas las peores anécdotas que les han sucedido en el aeropuerto y aquí se las pasamos al costo:

Pilar Durán, CDMX

“Mi familia y yo nos íbamos de viaje a Cancún. En la pantalla de Salidas vimos que debíamos ir a sala 19 para abordar. En nuestro camino quisimos confirmar la sala en otra pantalla y decía que era la 32. ¡Justo al otro extremo!Vivimos cinco minutos de pánico. Revisamos otrapantalla y decía: Sala 19. ¡Nadie sabía decirnos cuál era la buena! De nuevo vimos otra pantalla y sí, ¡decía: Sala32!
Lo chistoso es que nos juntamos varios del mismo vuelo y pensamos que si faltábamos tantos, tal vez nos vocearían para decirnos a cuál sala ir.Finalmente nos dijeron que la correcta era la 32… ¡Hora de correr! Llegamos justo cuando iniciaba el abordaje”.

María José Castellanos, Mérida

“Al llegar al aeropuerto salí a la calle a buscar un taxi. Un tipo se me acercó para decirme que él era taxista y que podía llevarme a donde quisiera. Me aterroricé, pues su coche no tenía ninguna insignia”.

Gustavo Carrasco, Santiago (Chile)

“Viajé de Santiago hacia la CDMX, pues de ahí debíamos ir hacia Cancún. Llegamos a las 12:30 de la noche, pero nuestro vuelo salía a las seis de la mañana. Sin embargo, como el Aerotrén que lleva de una terminal a otra funciona hasta las 11 de la noche, tuvimos que tomar un taxi. El trayecto nos salió carísimo, pues el taxista nos cambió el precio que nos había ofrecido al principio porque no cabían bien las cosas en su carro y éramos muchos. Lo peor es que de regreso para Chile, cuando llegamos a la Terminal 2, descubrí que había perdido el ticket de salida y me cobraron 400 pesos por volverlo a imprimir”.

Natalia Morales, Chicago (Estados Unidos)

“Estaba en la terminal 2, ya había pasado por seguridad, y decidí comprar un bote de Miguelito líquido. Asumí que como ya había pasado por la revisión, podía comprar líquidos y subirlos al avión. ¡Estaba muy contenta porque no consigo chamoy en Chicago! Antes de abordar, unos agentes de “seguridad” nos dijeron que nos iban a revisar las maletas de mano. Tristemente encontraron mi Miguelito y me dijeron que no podía pasarlo. Le expliqué a la señorita que lo acababa de comprar en una de las tiendas que estaban enfrente y le valió, me dijo que si quería que me lo tomara ahí mismo y que si no, que lo tirara. ¡Le dije que cómo era posible que creyera que me iba a tomar un bote de chile! Estaba muy enojada. Le pedí que no lo tirara, que por lo menos se comprara unas papas y les pusiera el Miguelito para que viera que no era una bomba”.

Fernanda Escobedo, CDMX

“En una ocasión debía volar hacia Guadalajara, por lo que llegué a la Sala B para esperar a que me asignaran la sala de abordaje. Faltaban cinco minutos para que el vuelo saliera y aún no había nada en la pantalla. Lo peor es que el vuelo era deViva Aerobus, que no tiene mostrador para dar explicaciones a los pasajeros. Me tuve que ir a un modulito de información para que me dijeran qué estaba pasando. El vuelo se había retrasado dos horas y nadie se había tomado la molestia en avisarnos por otra vía”.

Cinthya López, CDMX

“Llegué de un viaje que hice a Tuxtla Gutiérrez. Nos habían dicho que recogiéramos las maletas en la banda siete. Todos llegamos muy tranquilos a esperar a que en cinco o diez minutos comenzaran a aparecer las maletas. Sin embargo, nos tuvieron esperando una hora y media, pues habían tenido un problema para bajarlas. ¡HORA Y MEDIA! La gente estaba desesperada y furiosa. En otra ocasión me pasó casi lo mismo. Nos dijeron que nuestras cosas estaban en la banda tres y al final se mezclaron con la banda cinco. Fue un caos encontrar dónde estaban finalmente”.

Cecilia Castillo, Cancún

El vuelo estaba programado a las ocho de la noche para viajar de la CDMX a Cancún.
Nos dieron las nueve, las diez y hasta las once cuando nos dijeron que nuestro avión estaba en Acapulco. Poco después nos dijeron que en realidad había una falla en el sistema del avión y que estaba en revisión, por lo muchos pasajeros armaron un escándalo porque no nos habían hablado con la verdad.
Los federales llegaron a nuestra sala de espera para calmar al grupo de choque, quienes exigieron reembolso, noche de hotel y cena incluida. Lo único que se logró fue un cupón de $120 pesos. Todos nos fuimos a cenar a las 12:30am y después de 30 minutos, cuando algunos aún no contaban con su hamburguesa, nos avisaron que el vuelo salía 1:10am y que nos permitirían subir con la comida (lo cual estuvo fatal porque olía a rayos). A las tres personas que se pusieron intensas (dos señoras y un señor) no les permitieron abordar y fueron custodiados por los federales”.
Además de todo esto uno se tiene que chutar:
  • El magno tráfico que se arma afuera por la gente que va a recoger a los pasajeros.
  • Lo caro que todo sale ahí. Los taxis que uno contrata donde se recogen las maletas, la comida, los recuerditos. Son verdaderas joyitas.
  • La amontonada que a uno le toca para documentar las maletas. Una sale prácticamente embarazada de tanto apretujón.
  • La falta de espacios para cargar el teléfono (los módulos siempre están retacados de gente).
  • La gente que cree que por empujar y aventar a los demás conseguirá un mejor lugar en el avión.
Verdaderas chuladas, ¿a poco no? ¿Qué otras cosas han vivido en el aeropuerto capitalino?