La Chata: confesiones marranas
Por: Colaborador
La Chata llega partiendo plaza, refresca con agua esa gruesa piel oscura, “para salir mejor en las fotos” mientras engulle algunas de las flores tiradas cerca del puesto de flores del camellón de Álvaro Obregón. A la entrevista la acompañan Ángel Arredondo Espinoza padre, cómplice, mánager y asistente personal, también viene Camila, una perrita de pelo rizado que fue rescatada mientras vagaba por la zona en enero.
Esta morenaza nos cuenta que llegó a la Roma cuando era del tamaño de un zapato y aunquefue un regalo de cumpleaños, dice que no cree que Ángel no estaba muy seguro de quererla al principio, pues no sabía nada de sus cuidados. Sus pasos son lentos, pero poseen una seguridad envidiable.
Apenas avanzamos unos metros y queda en evidencia su popularidad: no deja de recibir saludos, piropos, así como miradas de todo tipo. Está acostumbrada a la atención que su 1.50 de largo y sus 66 kilos despiertan; en esta zona se pasea gente famosa, pero ninguna alcanza la popularidad de este ejemplar vietnamita “panza de cazuela” que fácilmente puede darnos lecciones de salud y autoestima:
“mi dieta es equilibrada sólo como un kilo de frutas y verduras por día, además de croquetas de caballo y avena, ya sabes, para cuidar el corazón”, además aclara que no está gorda, desbordada, ni lista pa’l cazo. Su cuerpo es así yella luce sin complejos sus redondeces, que se acompañan de unas patitas cortas y graciosas, cuyas pezuñas suenan como un par de tacones.
Reducimos la velocidad de nuestros pasos para que pueda menear a gusto su anatomía rotunda y el alegre rabito, que no deja de moverse en todo momento.
“¿Cochina, yo?”
Al cuestionarle sobre si le gustan las caricias tanto como a Camila, responde de inmediato que las cerdas fuertes e independientes no necesitan mimos todo el tiempo, “cuando queremos los pedimos, si no queremos nos quitamos”. De hecho la única vez que ha convivido con otro cerdo, más pequeño que ella se puso furiosa y celosa, pues sintió que Ángel le prestaba más atención a él. Pese a ello, admite que le gustaría tratar con cuinos de su tamaño, que no le roben la atención y que toleren de buena gana lo voluntariosa y terca que puede ser.
Cada tanto, Chata tiene que chutarse preguntas extrañas, así como señalamientos sobre su peso, le han preguntado si es un manatí, un jabalí, un oso, o bien, que si la están engordando para comer sus carnes. Ella lo toma con humor, sabe que su presencia crea fascinación y desconcierto, “dicen que el lugar de los cerdos es la granja o el plato, personajes como Babe y yo creemos que hay más posibilidades, mira lo bien que me muevo por la ciudad” y agrega que le gusta mucho la colonia Roma, “es un espacio, plural, abierto, mis amigos están aquí”.
Lo cierto es que singular puerca lleva una vida plácida, envidiable, tiene su propia habitación con balcón, que le sirve de baño, y una cama grande. Se despierta a las ocho de la mañana; como es costumbre de cualquiera que se respete, va al baño, luego desayuna. Como suele ocurrir con los cerdos de dos patas le da el mal del puerco y se duerme otro rato, a veces se queda en casa, otras va con Ángel a la oficina, luego salen a dar paseos de aproximadamente hora y media, saluda se detiene a tomarse fotos para después saborear las verduras y frutas que le dan como premio por ser tan cortés, “porque es eso, no interés por recibir comida”, recalca.
La Chata gusta de los placeres sencillos, le encanta dormir, comer, pasear, que la manita rascadora que usan para acariciarla la recorra; convive con niños, adultos y perros sin ningún problema, nunca ha mordido a nadie, tampoco le molesta detenerse para que le tomen fotos, reconoce perfectamente comandos como: “sí”, “no”, “ándale” y sus favoritos, “ven”, “toma”, ya que sabe que hay bocadillos de por medio, se comunica por medio de gruñidos con los que expresa si tiene calor frío, sueño, hambre o está fastidiada.
A La Chata le gustaría que más gente adoptara cerdos, trabaja con la asociación Cambia un destino, y se dice a favor de la adopción, pide a los lectores que si van a adquirir algún animal de compañía se informen antes de decidirse: “son seres vivos que sienten y sufren, recuerden que los animales no son un juguete”, también señala que incluso ella es considerada un mini pig al igual que todo aquel cerdo con un peso menor a 300 kilos.
También explica que sí hay abandono de cuinos, pues los tienen en zotehuelas, azoteas, los regalan a ranchos o granjas y al no se acostumbrarse a esa vida sufren y mueren, ya que si no ven a su cuidador dejan de comer, se dejan morir, “eso me lo dijo mi veterinario, Adal Velázquez, así que cuiden a sus animales, quiéranlos”.
Otro punto que desea aclarar es que los cerdos no son sucios, ella misma no emite ningún olor, “si algunos huelen es porque al carecer de glándulas sudoríparas tienen que refrescarse de alguna forma así que usan lo que haya disponible, que puede ser lodo, orina o heces, pero no siempre”.
“Si disfrutar de la comida es ser glotón, pues si lo somos, pero te aseguro que soy más limpia que muchas personas y no soy corrupta”, concluye.
Puedes encontrar a la chata paseando por el camellón de Álvaro Obregón y buscarla en redes sociales.