El lado más oscuro de la Inquisición
Por: Colaborador
La Inquisición, cuyo nombre oficial era el Tribunal del Santo Oficio de la Nueva España, realizó el primer auto de fe (osease un juicio sumario) el 28 de febrero en la ciudad de México el 28 de febrero de 1574. Se echaron a dos reos a la horca y también los quemaron. Se autodenominaron clementes pues el juicio era para 71 presos. Pero, para que vean que todo se paga en esta vida, Pedro Moya de Contreras, sacerdote español, sexto virrey de la Nueva España y juez supremo de la Inquisición, murió tan pobre que la Corona tuvo que pagar hasta la última piedrita de su tumba.
Antes de comenzar con la historia de terror, demos una repasadita. La Inquisición nació en la Edad Media por ahí de los 1180 y tantos y no, no es un invento gachupín, sino franchute. Los Reyes Católicos, sí esos tales por cuales de Fernando e Isabel, la adoptaron en 1478 y la exportaron para la Nueva España poco después de la Conquista.
Ya entrados, aquí van unos datos oscurísimos de la Inquisición. ¡Ay nanita!
1. Los primeros que fueron juzgados no eran “blasfemos ni herejes” sino más bien piratas abandonados a su suerte en las costas de Veracruz. Eran los achichincles del pirata inglés John Hawkins, el mismísimo que se hizo pasar por un traidor a la Reina Isabel (sí, suelen llamarse así las de Inglaterra) para apoderarse de los planes españoles contra Inglaterra.
2 ¿Qué opinas de Palacio de la Escuela de Medicina? Ese edificio tan mono que está en la esquina de las calles República de Brasil y República de Venezuela es donde estuvo el Palacio de la Inquisición. Miles de seres humanos, acusados de lo que te quieras imaginar (brujería y pacto con los demonios), fueron torturados. Además fue sede de la Escuela de Medicina de la UNAM a partir de 1854 (casi casi que fueron los únicos en quererse instalar ahí, ya que nadie la quería comprar pero, claro, el arzobispado se apuntó y hasta hubo oficinas de lotería, una escuela primaria y un cuartel militar). El Patio de los Naranjos de la que también se conoce como la Casa de la esquina chata por la formación que da hacia Santo Domingo, era el de las celdas que medían “16 pasos de largo y 10 de ancho”. Caminar por ahí es toda una experiencia que no se la recomiendan a cardiacos pues cada paso está marcado por una vibra bastante pesada. ¿Dónde está el valiente? Que levante la mano para hacer una visita nocturna a puerta cerrada patrocinada por la Facultad de Medicina. Checa más info aquí.
3. José María Morelos y Pavón, después de ser expulsado del sacerdocio, estuvo preso en este edificio donde también fue juzgado. Chéquense las declaraciones de los del Santo Oficio, para ellos Morelos era “perverso cabecilla de la desastrosa rebelión de este reino”, “traidor este malvado al rey, a la patria… (y) mucho más a Dios”. Condenaron a Morelos a un auto de fe para posteriormente ser desterrado de “ambas Américas” y ser recluido en ¿África? Sin embargo, se la aplicaron más feo pues terminaron entregándolo a las autoridades civiles que lo condenaron a muerte.
4. Eso nos lleva a lo más escabroso. El Estado y la Iglesia eran súper cuates (¿les suena?). Entonces, la Inquisición no podía sentenciar que alguien fuera asesinado y, como son sus usos y costumbres, se lavaban las manos y le echaba al condenado a la policía de aquel entonces, para que se lo escabecharan. Las personas condenadas oficialmente por el Santo Oficio,eran ejecutadas en el atrio del Convento de San Diego, que actualmente conocemos como el Laboratorio Arte Alameda (Doctor Mora 1, Centro). ¡Claro que podían matar a diestra y siniestra!
5. La Santa Inquisición fue establecida oficialmente aquí gracias a las movidas de los Martín Cortes, Martín el Marques y Martín el Mestizo, y su hermano Luis. Resulta que los vástagos de Hernán Cortés no eran peritas en dulce. Él esperaba que el nuevo Virreinato se independizara de España y por eso necesitaba apropiar de las instituciones originales. Pero los cacharon y sus cómplices fueron sometidos a tortura. Al final solamente se les condenó al “destierro eterno” que ni fue tan eterno porque el rey se las perdonó. Los Martincitos y el Luisito salieron bien librados como cualquier junior.
6. Si eras condenado, te ponían un poncho rectangular y una capucha. Ese atuendo se conoce como sambenito. Solamente te lo podías quitar en tu casa y, después de que te quemaran o, si tenía suerte, te exculparan, tu sambenito iba a dar a la iglesia en turno para que todos lo vieran y se acordaran de “tus pecados”. Se ponía más gacho cuando se deshilachaba el sambenito, lo sustituían con uno nuevo y le ponían tu nombre en letras grandes (aunque estuvieras tres metros bajo tierra hace años). Imagínate la marginación eterna. Lo que saca de onda es que el sambenito, en sus primeros tiempos (allá por la cristiandad antigua) era conocido como sanbendito porque lo bendecía un sacerdote para que se usara durante la penitencia.
7. La cosa estuvo fea. Los datos oficiales apuntan que solamente 300 personas fueron juzgadas y que, de esa cantidad, 43 fueron condenadas a morir en la hoguera durante la colonia. También aseguran que en el siglo XIX no hubo un solo enjuiciado. Pero todavía hay cifras más disparatadas y otros expertos de la época afirman que sólo murieron ocho personas, siete de ellas en la hoguera y una en el garrote vil en los casi tres siglos que funcionó la Inquisición. Bueno, incluso hay por ahí alguien que asegura que no se tocó a nadie ni con el pétalo de una rosa. Deberían llevar a ese “inocente pobre amigo” a la exposición de los instrumentos del Museo de la Tortura y Pena Capital (Tacuba 15, Colonia Centro).
8. No podían faltar los amarranavajas. Bueno, en la Inquisición eran conocidos como los “familiares” (cualquier parecido con la actualidad en la que tu cuñado te echa tierra o tu propia hermana te cascabelea con la pareja es mera coincidencia). Ser parte de esta red de informantes no era cualquier cosa, era un gran honor. Para poderlo ocupar, se tenía que comprobar la “limpieza de sangre” (una jalada de discriminación legalizada basada en el choro de no tener antecedentes penales “ni de uno mismo ni de los antepasados” tampoco se podía ser de “una raza considerada deshonrosa” (WTF?)).
9. Ah, y la Inquisición no era para los indígenas. Se decretó que no serían juzgados en un proceso del Tribunal del Santo Oficio pues estaban en pleno proceso de evangelización. Si cometían una falta, los azotaban o los ponían de esclavos en alguna iglesia. Todo esto no fue porque los conquistadores eran buena gente, sino porque alguien metió la pata y quemó vivo al nieto de Netzahualcóyotl que fue la primera víctima del Santo Oficio en la Nueva España.Entonces le dijeron al culpable que le bajara.
10. Y, para que vean cómo somos intensos desde siempre… Cuando se abolió el Tribunal del Santo Oficio formalmente el 10 de junio de 1820, varios revoltosos pero persignados querían hacer una Inquisición mexicana para poder acusar a los pecadores. Doble moral, forever and ever. Por cierto, los presos liberados ese día (se dice que fueron 39) no tenían ni donde caerse muertos y, mucho menos, quien viera por ellos.
Bonus: La Mulata de Córdoba es una leyenda de una hermosa mujer que fue acusada de bruja en los tiempos de la Inquisición. Se llamaba Soledad y era famosa por curar con plantas medicinales. Acusada de hechicería, fue trasladada a una celda del en ese entonces Palacio de la Santa Inquisición.
La juzgaron enseguida, pues un hombre poderoso (y desairado) estaba detrás de la falsa acusación. Era el alcalde de Córdoba. La condenaron a morir quemada. La noche anterior a la ejecución, Soledad se la paso dibujando a un barco, con un trozo de carbón, en la pared. El carcelero, cuando fue a buscarla, quedó impresionado. Era un barco perfectamente delineado y estaba listo para su viaje en alta mar. Soledad le preguntó al carcelero qué era lo que le faltaba a la embarcación. Él respondió que sólo le faltaba andar. “Pues mira cómo anda” dijo ella subiendo ágil al barco, que desapareció en un santiamén. Algunos afirman que la Muleta de Córdoba camina por los rincones de Santo Domingo.
Confesadse, herejes.
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