Si el crimen alcanzó las sospechas de corrupción y feminicidio, también cruzó fronteras. Alí era hija de Conrado Cuevas Zelaya, panameño, activista político que enfrentó la dictadura de Manuel Antonio Noriega. Cuando supo de la muerte de su hija, el padre de Alí pidió al gobierno de Panamá que interviniera:

«(En México) hemos visto que a veces la injusticia triunfa por corrupción y tráfico
de influencia que se maneja en muchos políticos»,
advertía Conrado Cuevas.

El 6 de octubre de 2009, la embajadora de México en Panamá, Yanerit Morgan (quien, a pesar del apellido, no tiene parentezco con los Morgan Colón), recibió a los familiares de Alí. Se comprometió a dar seguimiento y solicitar que «que el proceso judicial se conduzca conforme a derecho» a la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. Tres días después, la Cancillería mexicana solicitó al juez Salazar información sobre el caso: «Hago de su conocimiento que la Embajada de México en Panamá comunicó a esta Secretaría de Estado que el Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país, mediante Nota Diplomática del 6 de los corrientes, solicitó información relacionada con la investigación de la muerte de Alí Dessiré Cuevas Castrejón». El juez sólo respondió que el juicio estaba «en etapa de instrucción bajo el procedimiento ordinario. El inculpado actualmente se encuentra interno en el Reclusorio Preventivo Norte del Distrito Federal».

Desde el país centroamericano, la Universidad de Panamá, en voz de su rector, Gustavo García de Paredes, también requirió al presidente Ricardo Martinelli Berrocal hacer todas las gestiones necesarias ante el gobierno mexicano. Exigió que se garantizara la aplicación de justicia y «se castigue al o los culpables de este alevoso homicidio». La presión para el juez no sólo venía del lado de Alí. «Esperamos que el juez no se deje presionar por las organizaciones feministas y la cuestión internacional. Hay una presión política y de activistas hacia el juez», replicaba Humberto Morgan Colón.

[Nacida en el caos]

Alí vestía una minifalda y un saco con un solo botón en el centro. Era 2007, en una fiesta en el Pedregal. Ahí la conoció Osvaldo. «Le habían organizado una fiesta porque ella iba a regresar un año a Panamá. Me quedé prendado de ella.» Cuenta que la fiesta terminó en «una bacanal», con la alberca atascada de cerveza y «mucha gente cogiendo por todos lados».

«Siempre me han gustado las mujeres inteligentes y Alí era inteligente, además tenía unos diálogos muy encendidos en cuanto al teatro, la filosofía de San Agustín, Aristóteles, Sócrates y Platón. Eso fue lo que me llevó a enamorarme de ella. Nos presentaron nada más, pero me quedé con su imagen muy grabada porque dije: ¡chingados, yo no la voy a ver más porque se va a Panamá!», afirma.

Pasó un año. Cuando Alí volvió, la relación nació en una conferencia sobre el teatro del absurdo de Eugène Ionesco.
«Es muy chingona, inteligentísima», decía Osvaldo de Alí, quien dominaba griego, latín, inglés y un poco de francés. Escribía poemas y era femenista. Apasionada de las doctrinas y filosofías epicureístas. Su tesis, que quedó inconclusa, se titulaba: La sistematización del deseo como concepto epistémico en Epicuro. Morena, de 1.70 de estatura, su belleza resaltaba aún más por el pelo estilo afro.

… desde que nació, Alí estuvo marcada por la fatalidad.

Sin embargo, desde que nació, Alí estuvo marcada por la fatalidad. «Nació en México, durante el terremoto, el 19 de septiembre del 85. Fue un nacimiento en medio del caos», recuerda desde Panamá su padre, Conrado Cuevas Zelaya. La bebé nació antes de tiempo en el hospital Adolfo López Mateos. El susto de la madre, Sonia Castrejón Mata, al sentir el movimiento telúrico, provocó el alumbramiento con ocho meses de embarazo.

Al año y medio de vida de Alí, sus padres volvieron a Panamá. Fueron de los activistas que lucharon contra la dictadura de Manuel Antonio Noriega. En las madrugadas panameñas, el teléfono del ingeniero Conrado Cuevas no paraba de sonar. Eran amenazas de la Guardia Nacional de Noriega, dirigidas contra la persona más vulnerable de la familia de Conrado: su hija Alí.

Finalmente el padre cayó preso por el régimen durante año y medio. Cuando obtuvo la libertad, se exilió con su familia en la Ciudad de México, donde trabajaba como fotógrafo. El exilio concluyó con el apresamiento de Noriega. Los Cuevas volvieron a Panamá y Conrado se afilió al partido Alternativa Popular. La vida de Alí transcurrió entre México y Centroamérica, hasta que sus padres la enviaron a estudiar a la UNAM en 2001.

El cuerpo de Alí fue sepultado en un cementerio del sur de la Ciudad de México. Conrado Cuevas quiere trasladarlo a Panamá. «Esperamos un tiempo prudencial. Le tenemos reservado aquí un jardín muy bonito». Ese cementerio se llama El Jardín de Paz, donde hay ex presidentes sepultados.

«¿Qué le diría a Osvaldo?» es la pregunta final al padre de Alí. Tras pensarlo unos segundos, responde tajante: «Ni perdón ni olvido».