Quizá por las pasiones que desata, el Estadio Azteca se construyó cerca del Instituto de Cardiología, una antesala del infarto. Algo tiene este inmueble que transpira vértigo. La primera vez que se entra en él sus entrañas te provocan un mareo, la piel se hace chinita y te invade la energía de mil batallas.Este 29 de mayo cumple 50 añosde ser uno de los estadios monumentales del mundo, para algunos, incluso, es el centro del universo. Su vida no tendría sentido sin lo vivido en este gigante de concreto. Aquí, la primera de 4 partes de un especial que preparamos para ti.

EL PRIMER GOL: UN INMORTAL

En Bahía, Brasil, un chico llamado Arlindo Dos Santos le hizo una promesa a su padre. Se iba de casa porque el Botafogo de Río de Janeiro le abría la oportunidad de probarse como jugador de futbol. «Me voy de aquí y no regresaré pero te juro que tendrás noticias de mí».

Arlindo destacó en Río y el Club América le ofreció jugar en México. Cuando llegó, en 1964, lo primero que hizo fue ir a La Villa donde compró una medalla de la Virgen de Guadalupe. Lo que Arlindo todavía no sabía es que en realidad había firmado un contrato para ser inmortal en la historia del futbol.

El partido inaugural tuvo como protagonistas al América de Arlindo y al Torino de Italia. Aquel domingo fue una fiesta en medio del caos. Muchos aficionados se quedaron sin boleto, que costaron 4, 6 y 15 pesos. Todavía no se estilaba el grito de ¡ehhhh, puuuuu…! Si no, seguramente así habría sido recibido el Presidente Gustavo Díaz Ordaz, que venía desde San Ángel y llegó con retraso a la inauguración. En cambio, sí fue recibido con recordatorios familiares y rechiflas por parte de la gente.

Ya en el partido, Vavá cedió la pelota para Arlindo fuera del área y éste le pegó tan fuerte como pudo. «Tenía mucha confianza, nunca en mi carrera fallé un penal y casi nunca le pegaba mal al balón. Me acomodé como pude y disparé. Por fortuna, el portero no pudo con el balón y celebré apretando la medalla de la Virgen de Guadalupe».

Arlindo fue el primer anotador del Estadio Azteca en el partido que quedó empatado 2-2. No amasó las grandes fortunas que ahora suelen tener las estrellas pamboleras, a sus 76 años, vive en Cuautitlán y trabaja en la PGJDF en la Doctores, donde es el entrenador del equipo de futbol de esa institución. «El futbol es mi vida, nací con él y quiero morir con él». Lo contradigo porque para la historia es un inmortal.

100711Pelé y Arlindo

Pelé y Arlindo (Cuartoscuro)

Tercera parte: Pelé y Maradona, los mejores se coronaron en el Azteca.

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