En alguna parte de tu vida como chilango, es forzoso que te hayas encontrado con esta situación: 7 de la mañana, hora de entrada al trabajo/escuela, en el metro estación Tacubaya. El caso es que lo sabes, lo intuyes, LO TEMES: los vagones están a reventar y hasta es posible que no entres en el primer o segundo gusano naranja que llegue a la estación. Llegas a tu destino sudoroso, toqueteado, casi violado y vulnerable a que cualquier cosa mala que te pase. Es por eso que ese día que llegas a la 6:50am (porque todos sabemos que unos pocos minutos hacen la diferencia de tu viaje en metro) y ves casi un vagón exclusivo para ti, es como el paraíso, es POESÍA. Oyes música tranquilamente, hasta sientes que todo va más rápido. Las puertas no van guillotinando gente, no hay groserías saliendo de la boca de personas enojadas: hay paz, hay regocijo. Es por eso que un asiento, casi con tu nombre grabado, es algo muy chévere.

¿Recomendaciones?

Por más que te guste la idea de tener un vagón para ti solo, es bueno que al menos vayas acompañado o que se suban otros pocos afortunados contigo. Lo digo porque uno nunca sabe qué problema puede haber ahí y no creo que te guste que el metro se pare un ratote y tú ahí solo y claustrofóbico. Hey, sé feliz, tienes un lugar. En diez minutos ese vagón tendrá cientos de personas que ya quisieran ir tan cómodos como tú lo hiciste.