La obra podría resultar interesante si no fuera una mera recreación histórica, si existiera algún anclaje emocional en toda esa grandilocuencia política que después de hora y media resulta exasperante. Que no se me malinterprete: el hecho histórico en el que está basado es, por sí mismo, emocionante –aquellos tres días en mayo de 1940 en que Hitler estuvo a punto de ganar la guerra, de no haber sido por la firmeza del ministro británico Winston Churchill–, pero corresponder teatralmente a un hecho de esta magnitud no debería ser aburrido.

El texto tiene algunos momentos interesantes, sobre todo cuando logra transmitir al público una dolorosa realidad: toda esa palabrería es realmente una sentencia de muerte para cientos de miles de soldados que, cercados en Francia y superados en número, tendrán que perecer para detener el nazismo. El parecido del actor Sergio Zurita con Churchill es notable, si bien su presencia y sobre todo su voz son difíciles de pegar con la idea de gravedad que se tiene de aquél gran estadista británico.

El escenario, una mesa de madera de varios metros donde se negocia el destino del mundo y paredes tapizadas de un gran mapa de Europa, es consecuente con una puesta en escena llena de retóricas rimbombantes sobre los grandes ideales y las tiranías incuestionables.

Se trata de una producción costosa, cuyos recursos hinchados pueden resultar muy atractivos para cierto tipo de público, aunque considero un acto de decencia advertir que, si no eres fan de ir a tomar lecciones (de historia o de lo que sea) al teatro, lo mejor es abstenerse.

Teatro Milán, Lucerna 64, Juárez, de Ben Brown, dir. Lorena Maza, con Sergio Zurita, José Carlos Rodríguez y Juan Carlos Beyer. Vie 21 h, sáb 18 y 20:30 h, dom 18 h, $450-$600. Hasta el 3 de septiembre