Por: Alejandro Zárate

El local es como un set de película. Mezcla toque de vanguardia y otros tan tradicionales que resultan kitsch. Es todo el catálogo de texturas a los que luego de un rato, uno termina por acostumbrarse.

Por un momento recuerda a un restaurante en las Vegas, pero sólo por un momento. Luego comienza salir el cobre.

En realidad entra en el rubro chic y cheap, algo como un restaurate italiano en Puebla u otra provincia de aspiraciones citadinas.

Candiles, vitrales, marcos churriguerescos con espejos y monitores para ver el fut,lamparotas y muchos entacuchados que se reúnen en mesas largas para

compartir la cuenta y los platos. Para todos ellos, un menú de cucina veloce que grantiza alimentos y cuenta en 45 minutos por tan sólo $170, bebida incluida.

Las porciones son generosas, de la carta debería destacar lo italiano que hace mucho se olvidó, en su lugar, quedó una mezcolanza ecléctica medio mexicana con influencias europeas. Que se entiende al saber los orígenes familiares, este es el resultado revolucionado de Mamá Rosas en la Condesa. Que ahora ya también se llama Prima Rossa. El menú comparte muchos elementos.

Un buen entrante es el plato de setas a la parrilla, las decepciones empiezan en los platos fuertes, el risotto con camarones al chipotle recuerda un poco a unos huevos revueltos con cátsup, además le integran totopos de pan árabe.

Lo curioso es que el sabor es adictivo lo que hace que el final llegue pronto aunque para entonces ya nada sepa por la picante salsa.

Ravioles de espinaca con pomodoro. Gracias, mejor pasar sin ver.

La carta de vinos es cara y mala, con estos platos va mejor una cerveza oscura.

El servicio es muy amable lo que salva el día. Cuenta con un curioso espacio para comer solito y conectar la compu.