Si hace tiempo que sacaste la credencial del INSEN, aquí te sentirás como pez en el agua, y es que la mayoría de los comensales ya eran unos mozalbetes en 1944, cuando este restaurante se fundó. Conserva todo el aire de la época, el techo un poco art decó, las cómodas sillas tubulares forradas de plástico verde oscuro a juego con los manteles. Un gran cucú en la pared y meseros bien vestidos con moño y filipina.

Más recientes son los pósters de Lufthansa con paisajes alemanes para no olvidar que aquí la especialidad es el chamorro con sauerkraut, mejor conocido como chucrut (col agria) y papa cocida. Sólo el vinagre de la col aporta un sabor predominante, el resto son suaves texturas y sabores neutrales. La carne cocida de cerdo, apenas condimentada con sal, se deshace en la boca igual que la papa. De repente encuentras un gelatinoso cuerito no apto para los melindrosos, que se pueden evitar el susto pidiendo lo mismo pero con salchicha.

El resto de la carta cambia a diario. El precio varía, según el plato fuerte, entre 105 y 185 pesos e incluye entrada, sopa, postre y café. Es comida corrida pero elegante, con servilletas de tela y cartita de vinos. Si no hay lo que pediste, no importa, el mesero decide por ti; “que se acabaron las lentejas, pues le traigo fideos”, eso sí, con mucha amabilidad. Te traen tu sopita sobrecocida, grasosita y con sabor de hogar, nada espectacular, pero te la devoras.

De entrada podría tocarte algo extraño como rollito de jamón cubierto de mayonesa y mostaza, relleno de champiñones al ajillo. Seguro que en tu vida lo habías probado y no está mal. Acidito, cremoso y con sabor a ajo y hierbas finas.

De postre, rebanada flaquita de denso pastel de queso con zarzamora, mejor de lo esperado, no empalaga, y la mermelada sí sabe a zarzamora. También nieve de limón del súper, con sabor a operación de las amígdalas.

A pesar de su buena ubicación, el Hipódromo pasa un poco desapercibido. Es de lo menos pretencioso, todo es casero y sin gran elaboración. Comes rico, sin más, rodeado de viejitos que se lo pasan bomba y atendido por un mesero eficiente y paternal. Hay que venir a mediodía porque en la noche no encuentras un alma.