Nuestro paladar experto te recomienda hoy un clásico restaurante japonés.

Ésta es una de las pocas opciones en la ciudad para comer sushi exótico (léase erizo de mar, almeja roja, abulón, etcétera). Llegar no es sencillo, así que les recomiendo buscar antes la calle Pestalozzi en una Guía Roji. Y atención, que sólo tiene un pequeño cartel a la entrada: si no fuera por la sombrilla del valet parking uno se seguiría de largo. No es nada barato, pero me encanta que tiene una variedad de sushi (extremadamente fresco) muy poco vista en otros japoneses del DF (también me gusta el Tori Tori en Polanco, pero su variedad no es tan amplia como la de Deigo).

La fuente zen de la entrada les hará sentir calma y tranquilidad en esa casita japonesa algo austera. Fíjense detrás de la barra de sushi: tienen una colección de nemuri neko (o gatitos de buena suerte) que, por cierto, no les habría caído nada mal en el local que recientemente cerraron en la Condesa.

Los sushis hablan por sí mismos: piezas grandes y súper frescas que se te derriten en la boca (especialmente el salmón). Las más exóticas, como la almeja gigante, las importan de Estados Unidos dos veces por semana. Es común ver a sus clientes japoneses pedir platillos muy típicos (y poco comunes) que comen con tal solemnidad y delicadeza que parece un baile. La carta es muy extensa —y algo confusa— por lo que es mejor pedir sugerencias a los meseros (especialmente a Reina y Gaby que trabajan allí hace años). Yo le hice caso a Reina y pedí por primera vez el zuru udon (fideos udones fríos con salsa helada a base de soya dulzona muy sabrosa) y unas almejas reinas al estilo Rockefeller, empanizadas con espinaca y mantequilla, que me gustaron mucho.

Para un plan original vayan en grupo a Deigo (Pestalozzi 1238, Del Valle, 5605 6317), cenen en sus mesas bajas y luego suban al segundo piso a tomarse unas copas y cantar en el karaoke. (¡Ojo! Eviten burlarse del asunto pues algunos japoneses se toman muy en serio lo del canto y podrían ofenderse).