Cuando a María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, le dijeron que había sido seleccionada como vocera y aspirante a la candidatura presidencial por parte del Congreso Nacional Indígena (CNI) —el frente de luchas en defensa del territorio más grande de México—, se negó a creerlo, pues no le gusta estar bajo los reflectores de la atención pública, cuenta Laura Castellanos en un reportaje para Vice News.

“Es broma ¡¿No?!”, exclamó la luchadora social ante integrantes de la asamblea del CNI realizada en San Cristóbal, Chiapas, el 27 de mayo pasado. Pero no, no era broma: la habían elegido 1.482 concejales del país tras un proceso de consulta comunitaria que duró medio año. En la conferencia de prensa del anuncio la vi tensa, abrumada. Sin ella pedirlo, la colectividad la convertía en la primera candidata indígena a la presidencia en la historia de México.

La mañana de este dos de enero refresca y la sanadora de medicina herbolaria relata la anécdota entre risas, sentada en una banca del patio trasero de su consultorio en Tuxpan, Jalisco, al Occidente de la capital mexicana. A su espalda hay una cartulina con letra escrita a mano que instruye: la hoja de aguacate sirve para el golpe muscular, el gordolobo para la tos, la semilla de caballo para el empacho.

Durante la charla Marichuy está relajada, por momentos risueña. No luce seria, como en ocasiones aparece en las fotografías. En el trayecto de su campaña ha ido venciendo su turbación al lidiar con la prensa y las cámaras. Además está en su pueblo, en sus dominios. Estamos en una breve pausa de su gira nacional en pos de la recolección de las 866.593 firmas que requiere reunir en 17 entidades federativas, pues solo así podrá ser incluida en la boleta de la contienda presidencial del próximo 1 de julio.

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Momentos después vamos a su casa, aledaña a su consultorio, para hacerle un retrato. Ella posa con una sonrisa plena delante de una réplica de la Virgen de Guadalupe. Al momento en el que el fotógrafo la enfoca, el gesto desaparece.

—¿Por qué dejó de sonreír ante la cámara? —le inquiero.

—¡No es fácil! —responde.

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