De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda más reciente, en esta bella capital vivimos más de 8,851,080 chilangos. Alrededor de 2.2 millones de estos ciudadanos con costumbres, hábitos y manías diferentes viven en alguna de las 7,254 unidades habitacionales de la ciudad. Eso es fácilmente traducible: muchos vivimos muy cerca unos de otros y en ocasiones eso, más que cariño y calor entrañable, crea relaciones tormentosas.

Seguramente en alguna ocasión te ha tocado convivir con ese ente conocido como “mal vecino”. Esta especie se puede encontrar en barrios populares, en zonas residenciales y en modernos desarrollos departamentales.

Modus Operandi del mal vecino

Uno de los rasgos típicos del mal vecino es que no entiende bien la idea de comunidad. La mayor parte del tiempo piensa en su propio bienestar y desconoce las expectativas y necesidades del resto. Este ejemplar responde más a la presión que a la razón. Casi nunca actúa de manera amigable y considera debilidades la cortesía, la fraternidad o la colaboración… y ante cualquier reclamo, se molesta, reta y ataca.

Entre los hábitos más comunes del mal vecino se encuentra la transgresión de espacios privados. Siempre poniendo excusas, algunas de ellas más que ridículas, estaciona su coche en puestos asignados a otros, coloca basura en áreas no asignadas para eso o se apropia de espacios de uso común. No se da cuenta o ignora deliberadamente el malestar que sus acciones causan. Por si fuera poco, considera que los decibeles en los que escucha música, festeja, canta, discute y habla deben ser disfrutados por el resto a cualquier hora del día, o lo que es peor, de la noche. (Que todo el edificio se entere en martes a las 2:00 de la mañana que terminó con su pareja, el jueves a las 9 de la noche que le va al América, y el sábado ¡claro está! la selección de música para bailar que le hizo un ambulante del metro). Hay incluso algunos ejemplares que se comportan como si fueran superiores al resto: evitan cumplir las normas y el pago de la cuota del mantenimiento. Sin embargo, se quejan severamente si algo deja de funcionar.

Antídotos contra el mal vecino

Aunque parezca que te has metido en una batalla sin fin con un mal vecino, sí existen maneras de lidiar con ellos. Ten paciencia, habla de manera tranquila y en un momento que no implique confrontación. No funcionará que quieras llegar a un acuerdo a las 3:00 de la mañana. Busca realizar una junta vecinal o condominal con el administrador de tu edificio para hablar exclusivamente de la situación. Si notas que se esfuerza, reconoce los cambios positivos de su actitud, aunque sean pequeños. Ayúdale a comprender el efecto nocivo que su comportamiento está ocasionando en la comunidad y trata de incorporarlo a las actividades de transformación.

Si estos mecanismos no funcionan, recuerda que puedes recurrir a la caballería de apoyo. Para los chilangos que viven en situación condominal (esto es, un lugar donde vive más de una persona y hay áreas de uso común), existe desde enero de 2011 la Ley de Propiedad en Condominio de Inmuebles en el Distrito Federal. Esta norma instituye de manera supletoria la aplicación de la Ley de Cultura Cívica del Distrito Federal para los casos en que los vecinos realicen actos que atenten contra la buena convivencia.

Entre las penalizaciones que contempla esta ley se encuentran destinar los departamentos a un uso distinto al establecido en la escritura constitutiva; realizar actos que afecten la tranquilidad de los demás condóminos o poseedores; derribar, trasplantar o talar árboles y arbustos que modifiquen el uso de las áreas verdes; efectuar actos que impidan la operación de los servicios comunes; hacer reparaciones en horario nocturno; realizar obras que modifiquen las fachadas exteriores y ocupar un cajón de estacionamiento distinto al asignado.

Si tu vecino insiste, lo pensará dos veces, pues bajo esta ley condominal puede ser sancionado monetariamente. Por ejemplo, las sanciones por afectar la tranquilidad de la vida condominal y por incumplimiento en el pago oportuno de las cuotas ordinarias y extraordinarias van de los 10 a los 100 días de salario mínimo vigente en el Distrito Federal, lo que equivale a una pena económica que va de los $598 a los $5,982 pesos. Por otra parte, las multas por afectación al estado físico del inmueble, sin poner en riesgo la seguridad de los demás condóminos, serán de 50 a 200 días de salario mínimo, es decir, de $2,991 a $11,964 pesos.

Cuando las palabras ya no son suficientes para exhortar a tu mal vecino, el recurso de la sanción monetaria es sin duda un buen aliciente. Si quieres saber más acerca de esta ley, sus sanciones y la manera de aplicarla puedes visitar la página de la Procuraduría Social (Prosoc) del Gobierno del Distrito Federal

https://www.prosoc.df.gob.mx/condominal/servicios.html

En suma, si en la puerta de al lado tienes a un mal vecino, ya existen opciones legales para lidiar con él. Nadie merece vivir en el estrés y la confrontación diaria.