En medio de la porfiriana colonia Roma, una casa en la esquina de Monterrey y Zacatecas rompe con el estilo del resto. Una casona vieja, cuyas paredes externas se tapizan engrafitti: a este inmueble se le llama “La casa de la esquina”, una galería de arte que daespacio para la expresión del arte callejero.

El dueño de este espacio es el escultor Néstor Sánchez, quien desde hace más denueve años vive aquí con su mujer. No obstante, él ha permitido que suhogar sea invadido por los discursos de los artistas callejeros, al otorgarles un espacio paraque su arte sea legal.

Originalmente, la casa era del pintor Gilberto Peña, quien contribuyó con Sánchez para pintarla hasta que cada rincón quedara plasmado de arte urbano. Fotografías, grafittis,pósters con dibujos, stickers. Pronto las paredes de esta construcción se convirtieron en un espacio donde cualquiera que ingresara pudiera dar una aportación artística, convirtiéndola en una obra de muchos autores, demasiados, quienes permanecerían en el anonimato. Su único propósito: que “todos puedanexpresarse”.

Sánchez solicitó el permiso de la Secretaría de Seguridad Pública para que duranteun mes los artistas pudieran pintar la fachada de la casa en la calle de Zacatecas, con todala libertad y sin temor a ser detenidos. Los artistas invitados a tuvieronque presentar antes un boceto, ya que –finalmente– aunque sea un espacio libre, siguesiendo una galería que debe de correr bajo la cuarduría de quien la lleva a cabo.

La casa de la esquina, es una oportunidad para que todos los artistas callejeros puedanexpresar su trabajo tanto estético como ideológico sin que haya percances del gobierno.

México está en un punto crucial dentro de su historia política y social, y através del arte urbano se manifiesta la inconformidad, sin ningunaagresión de por medio.

Los artistas y gente que visita este espacio puede atestiguar elmomento por el que la sociedad mexicana está pasando sólo por medio de ver, leer ysentir.