Hubo una época en que la galantería llenaba nuestras calles con reverencias, quitadas de sombrero, besos en la mano y dulces palabras, lo cual halagaba a las transeúntes. Hoy, sólo queda la palabrería, que ha cambiado la dulzura por la acidez o el picante, y aunque de vez en cuando se escuchan frases que las aludidas agradecen, abundan los piropos más invasivos que inofen- sivos, menos íntimos y más intimidantes.

A continuación, una muestra de tres niveles de piropos y sus posibles respuestas en caso de que las aludidas sintieran la necesidad de defen- derse. (Hay un cuarto nivel, pero estas páginas no resistieron lo corrosivo de sus palabras). Tenemos la seguridad de que el piropeador que suele incomodar se quedaría callado y avergon- zado al recibir una repuesta contundente por parte de las afectadas.

Leves

¡Quién fuera bolsa para ir de tu brazo!

Posible Respuesta: Si fueras bolsa, te usaría para levantar la caca de mi perro.

¿De qué juguetería te escapaste, muñeca?

PR: De la que está junto a tu perrera, animal.

Bendita la tuerca del rin de la llanta del camión que trajo el cemento donde estás parada, ¡monumento!

PR Seguro que ese piropo es lo único que tienes largo.

Lanzadones

En esa cola si me formo…

PR: Intenta y la cara te deformo.

¿Qué comen los pajaritos, macita?

PR: Pues el tuyo ha de comer chiquitolina…

Si como lo mueve lo bate, ¡ay, qué rico chocolate!

PR Ven y prueba… ¡mi movimiento de karate!

Pasados de lanza

¡Quisiera gratinarte el mollete!

PR ¡Gratinado has de traer el ojete!

¡Qué bonitas piernas!, ¿a qué hora abren?

PR Abren al rato, pero patean desde ahorita.

¡Quién fuera sol pa’ darte todo el día!

PR Quién fuera luna pa’ eclipsarte de un madrazo.