Un inmigrante al que después de 30 años de trabajo en una fábrica de focos le niegan la jubilación y un galgo llamado “Princess” que come solomillo en un cuenco de oro son los protagonistas de “Workers”, una película de extremos ambientada en la ciudad de Tijuana.

“Esos absurdos pasan”, asegura su director, José Luis Valle, ciudadano mexicano nacido en El Salvador. Con su película se cerró hoy la competencia de Horizontes Latinos en el Festival de San Sebastián.

La historia de la jubilación se la contaron de niño: Rafael Heredia, que se llama igual que el protagonista, era un amigo de su familia que hoy tiene 83 años, un hombre “gris y pausado” que tuvo problemas para cobrar su pensión después de 30 años de trabajo en una fábrica de Phillips.

“Y lo de la perra igual: leí que pasó en Alemania, le dejaron millones de euros a un pastor alemán, y hace unos días volví a oír algo similar sobre un chihuahua de EE.UU. que heredó 100.000 dólares”, cuenta.

Valle debuta en la dirección con “Workers”, premiada en el Festival de Guadalajaray que entre sus diversas lecturas, sazonadas con mucho humor, contiene una llamada al inconformismo y a la rebelión.

“Nunca quise que fuera una discurso obvio en nada, en ninguna de las subtramas, tampoco en temas más íntimos, todo queda muy sugerido”, señala.

Sobre la presencia del humor, opina que tiene que ver con las propias historias, “bastante bizarronas”, aunque también con su visión personal “casi de cualquier cosa”.

El actor Jesús Padilla se pone en la piel de ese trabajador rutinario y aparentemente imperturbable que para celebrar su inminente retiro se compra un par de zapatos nuevos y se hace un tatuaje en la espalda.

“El tatuaje se lo hizo de verdad”, reveló el director tras la primera proyección de la película en un Kursaal abarrotado, como para dar fe de la implicación del actor en el papel.

Y Padilla se quitó la camisa y lo mostró, convertido en héroe obrero entre aplausos.