Por Carlos Arias

Llega la tercera y última entrega de Una noche en el museo, la serie a sobre las aventuras de Larry Daley (Ben Stiller), el guardia nocturno del Museo de Historia Natural que convive con los personajes históricos que vuelven vida durante la noche. Una mezcla de humor, toques de surrealismo y parodia, con actores famosos en papeles secundarios, comedia y ocurrencias adolescentes.

Con Una noche en el museo 3 (Night at the museum: Te secret of the tomb, 2014), la “trilogía” dirigida por Shawn Levy llega a su fin en grande. Ofrece lo que sus seguidores ya conocen, pero lo lleva a su punto más alto de espectacularidad.

Una antigua “maldición egipcia” pone en peligro a los personajes del museo. La película muestra la existencia de una especie de “tablet” arcaica en la cual se encuentra la explicación de los sucesos mágicos que ocurren en el museo. La tablet corre peligro, por ello, Ben Stiller llega al Museo Británico para montar una exposición y de paso encontrarse con un faraón (interpretado por un auto-paródico Ben Kingsley), para revertir la maldición y evitar que los personajes vuelvan a ser solamente figuras de cera.

Entre lo más disfrutable está justamente la galería de actores famosos en papeles secundarios, en el que se incluye un homenaje involuntario a dos estrellas que murieron en 2014 y aparecen en sus últimas presentaciones en la pantalla grande: Robin Williams, que interpreta al presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt, y Mickey Rooney, el nonagenario actor de los años 40 que aparece nuevamente en el papel de un veterano guardia del museo y que le daba consejos al protagonista.

El espectador no está llamado a poner mucha atención en la coherencia de la historia sino a disfrutar de las ocurrencias, como la secuencia en la que Stiller aparece dentro de la conocida ilustración laberíntica de MC Escher o en una parodia de Parque Jurásico, esta vez con el esqueleto de un T-Rex. Otra novedad es la aparición del comediante inglés Dan Stevens en el papel de un arrogante Sir Lancelot, o la australiana Rebel Wilson como la guardiana del Museo Británico.