Por Oscar Uriel

Plasmar cinematográficamente la vida de Steve Jobs no es tarea fácil. Basta recordar el desastroso intento Jobs (Joshua Michael Stern, 2013), que resultó una biopic insustancial en la que lo único que sobresalía era el parecido embobador entre Ashton Kutcher y Jobs.Ahora llega la esperada versión de Danny Boyle, con un guión de Aaron Sorkin (Red Social y Moneyball) que aborda al genio de la computación desde una perspectiva teatral.

Presentada en tres actos, cada uno parte de tres momentos de éxito del personaje: la presentación de la Macintosh en 1984, el NeXT Cube, en 1988, y la iMac, en 1998. Cada uno de estos episodios arrastra paralelamente una carga dramática, principalmente, el conflicto que tenía en reconocer a su hija Lisa, concebida fuera del matrimonio.

Ligeramente basada en la popular biografía de Walter Isaacson, Sorkin reproduce el carácter contradictorio de Jobs; ¿cómo el genio de la era moderna pudo ser una persona tan mezquina? No obstante, el guionista se limita a presentar los acontecimientos y a no emitir juicios. El espectador va descifrando, de manera personal, el acertijo que representaba su figura.

Steve Jobs resulta en todo momento fascinante gracias a que la fuerza del guión (como es costumbre de Sorkin) radica, principalmente, en sus punzantes diálogos, expresados con contundencia por Michael Fassbender y Kate Winslet, que están muy bien en los roles estelares.

Mi único apunte negativo sobre esta cinta podría ser su desenlace, un tanto melodramático, en el cual se justifica la conducta de Jobs. Fuera de esto, creo que es una de las películas más atractivas del año.