Por Jaime Azrad (@_azrad)

Ésta es quizás la representación fílmica más realista de un robo/secuestro en una casa. Desde su trailer, Solos en la oscuridad establece directamente de qué trata: gritos atrapados en medio de una historia de verdadero horror, aunque definitivamente es mucho más que eso.

Aunque muchos pueden pensar que la cinta es otra olvidable película de allanamiento de morada, no lo es. Desde la primera escena, en la que se ve a un hombre presuntamente muerto, con la cabeza envuelta en plástico, Solos en la oscuridad logra separarse de lo genérico, mostrando agallas y mucha, mucha violencia.

Este hombre se llama Jaime. Acaba de mudarse con su esposa y su hija a su nueva casa, pero al caer la noche, tres hombres encapuchados entran a la fuerza en el hogar. El pánico se apodera de todo y los secuestradores no dudarán en generar las escenas más horripilantes.

Lo importante aquí no es ver qué sucede, pues Miguel Ángel Vivas, el director, cuenta una historia a partir de su final; como público sabemos qué pasará, pero nos sentamos a observar una propuesta en dirección que narra cómo todo llega a lo que ya conocemos, atestiguando en un tiempo casi real lo que se nos presentó como inevitable.

El nivel de intensidad de la película es extremo. Es una visión que no busca complacer a nadie, pero eso sí, sorprende a todos mientras llega a escenas finales que no dejan siquiera cerrar la boca de la impresión. Ver Solos en la oscuridad es incómodo y estresante, pero la calidad de sus actores es directamente proporcional a su crudeza.

Las sólidas interpretaciones de todo el reparto valen en cada cuadro, y aunque no se habla mucho de actuación en el horror, ésta es una película cuya narrativa se desplomaría con algún desliz en la entrega de los actores, quienes hacen más que gritar desesperados.

Así que la dirección y las actuaciones resultan en un horror español selecto, pues es apto sólo para un público que quiera (o pueda) enfrentar 85 minutos de infierno puro.