Por Ira Franco

Estreno: 25 de diciembre. Puedes ir sin haber leído un solo libro de Tintin y te pasarás un buen rato con una cinta en la que –raro– hasta el 3D y los lentecitos resultan soportables (aunque volverás a salir con una dolorosa línea dibujada en el puente de tu nariz). O puedes ir escéptico y hecho un snob de pacotilla, con tus anteojos de pasta y tus ediciones originales traídas de Angoulême bajo el brazo; también saldrás feliz. La poderosa dupla director-productor –Steven Spielberg y Peter Jackson- es difícil de contrariar: estas atrapado entre la capacidad de jugar de uno y la imposible atención al detalle del otro.

Imagina a Spielberg con un control remoto de videojuego dirigiendo la película, haciendo mover grúas imaginarias y explotando aviones digitales; y a Peter Jackson inmerso en un grupo de tintinólogos (él a la cabeza, por supuesto), convenciendo talentos para invitarlos a trabajar en esta cinta. De Jackson es la idea de hacer esta película animada (Spielberg quería que fueran actores reales en escena). Él pensó que sólo en animación se podría captar la verdadera escencia de Tintin. Y acertó.

Pero no se trata del nuevo juguete de Spielberg, sino de una obsesión de décadas: el quería hacer Tintin desde 1981, cuando una revista comparó su cinta Raiders of the lost ark a las aventuras del joven periodista Tintin y su perrito Snowy (o Milou para los puristas) de alguna forma se podría decir que Raiders… y Tintin son casi la misma película con tres décadas de diferencia y muchísimos avances en la tecnología digital de por medio. Ambas son historias clásicas cuyas aventuras son inspiradas en novelas como La Isla del Tesoro, de Stevenson, o Veinte mil Leguas de Viaje Submarino, de Verne, aquellas donde acompañamos al protagonista a tierras lejanas para resolver un misterio.

Aquí además se une una subtrama de piratas y una policiaca; y se agradece que los guionistas no hayan hecho trampa: mantienen el tono disparatado del cómic e incluso le permiten al Capitán Haddock (la voz de Andy Serkis, como siempre, fantástica) conservar su no tan políticamente correcto vicio del alcohol.

Una cosa es evidente cuando se compara la cinta y los tomos: mucha de la inteligencia viene de los libros. Por algo Hergé, el creador del cómic belga, muerto en 1983, es uno de los artistas más influyentes del mundo y obtuvo credibilidad en vida. Fue inteligente hasta cuando eligió a ese que lo llevaría con las masas: Hergé expresó alguna vez su deseo de que fuera Spielberg, y nadie más, quien lo tradujera al cine. El belga no andaba tan perdido.