Por Oswaldo Betancourt

El objetivo de esto es invitarte a (o prevenirte de) ver los estrenos de cada semana, así que en este caso particular quiero hacerlo desde un principio: La Gran Belleza es de lo más recomendable, ojalá puedas verla porque no te vas a arrepentir.

Y es que ahora entiendo todo, entiendo por qué ganó como la Mejor película extranjera en los Golden Globes y en los Óscares, entiendo por quéLa caza, de Vinterberg, perdió a pesar de ser tan buena, y por qué las otras nominadas no tenían ni una oportunidad.

Por la pantalla desfilan, literal, personajes encantadores, misteriosos y absurdos: una artista pretenciosa que da risa, un vecino enigmático, una monja que ha sobrevivido comiendo raíces, una enana, un cardenal que únicamente habla de comida, una striper de 40 años, una niña pintora y otros más. Este abanico de personalidades exquisitas se mueve entre lo elegante, lo mundano y lo decadente.

Jep Gambardella (aplausos para la actuación de Toni Servillo) cumple 65 años y, como miembro de este círculo exclusivo lleno de excesos, hace una señora fiesta a la que ya quisieras ir una vez en tu vida, mientras que ese es el pan de cada día de este personaje.

Jep escribióEl aparato humano a sus 26 años, una novela que tuvo éxito en su momento, después abandonó la literatura y se refugió en el periodismo cultural y la vida nocturna en Roma, pero ahora, después de su cumpleaños, tiene la inquietud de volver a escribir.

La película es divertida y profunda a la vez, tiene su parte intelectual, hay romance, tensión, nostalgia, el guión está muy bien equilibrado. Estamos ante una montaña rusa de emociones, y aunque todo se desarrolla en un mundo recubierto por el esnobismo, la cinta no es chocante ni tan estirada como para que te harte o te aburra, todo lo contrario.

El director hace un homenaje a Fellini, especialmente a RomayLa dolce vita, algunos lo notarán, otros lo pasarán por alto, pero no importa porque estamos ante una gran historia que por sí misma es suficiente para salir satisfecho de la sala.

De paso vemos una fotografíabellissima que cuenta con una paleta nutrida de colores, así como locaciones majestuosas e íntimas. La música es potente, alegre una veces e introspectiva en otras ocasiones. Hay un par de animaciones, se distinguen con facilidad pero están sumamente cuidadas.

La película dura un poco más de dos horas, pero el tiempo se va como agua entre los dedos, tanto que hasta ver los créditos es agradable. En verdad, deberías verla ya, hoy mismo, darle prioridad para este fin o hacerte un espacio para verla lo antes posible.

Y es que Paolo Sorrentino no hizo sólo una película, nos regaló, y hay que decirlo con todas sus letras, una obra del séptimo arte. Sin exagerar, es un clásico instantáneo.