Cuando se anunció que dos de los hombres más emblemáticos del cine moderno iban a trabajar juntos (bueno compartiendo escenas, no como lo de Heat) todo el mundo cinéfilo esperó paciente la fecha. Imagínenlo… De Niro y Pacino… Desafortunadamente, este binomio se juntó varios años tarde. Un par de detectives veteranos de Nueva York (de dónde más, claro) están tras la pista de un asesino serial, justo antes de que se retiren. La información que poseen inculpa a un proxeneta y a un caso que habían resuelto años atrás.

Las cosas suceden tal y como hace muchos ayeres, la víctima es asesinada y en su cuerpo hay un poema de cuatro líneas que justifica el crimen. De pronto, cuando aparecen más cadáveres, es claro que el asesino ya tiene sus víctimas programadas: criminales que no han sido procesados. Es decir, cumplir el trabajo del sistema judicial. Y se vuelve incluso una ironía: ¿acaso metieron a la cárcel al hombre equivocado?