Por Juan Carlos Villanueva

La vida de Sam Childers parece haber sido escrita para convertirse en un guión hollywoodense: Se trata de la historia de un traficante de drogas y miembro de una pandilla de motociclistas de Pensilvania que, atormentado por su pasado, decidió volverse religioso y ayudar a huérfanos de la guerra de África del Este, desafiando al Ejército de Resistencia del Señor, un movimiento comandado por Joseph Kony que aterrorizo al norte de Uganda y al sur de Sudán.

Gerard Butler interpreta a Sam Childers, un ex traficante de droga que se entrega a la religión en la cinta El rescate (Machine Gun Preacher). La cinta dirigida por

Marc Forster es el ejemplo de cómo una gran historia se puede hacer trizas.

El guión, escrito por Jason Keller, es débil y sinsentido, más apegado a sus inquietudes patrioteras y desplantes sentimentaloides. La primer aborda el la conversión de Childers a la religión con un óptimo resultado realista –aunque Foster se pierde entre sus inquietudes fantásticas de 007: Quantum of Solace y la crudeza de Monster Ball.

Sam sale de prisión y regresa a casa con su esposa Lynn (Michelle Monaghan) y su hija Paige (Ryann Campos de niña, Madeline Carroll en la adolescencia). Es un tipo nefasto, racista y hace negocios de drogas con su amigo Donnie (Michael Shannon). Pero un domingo, Sam atormentado por su vida de violencia, decide ir a la iglesia con Lynn y su madre (Kathy Baker) y escuchar la palabra del Señor.

Tocado por la fe, se vuelve en un buen samaritano y construye un orfanato.

Sam es un hombre correoso y violento pero lleno de fe. El Sam de esta cinta parece confuso, a veces benévolo y lleno de remordimientos, y a en otras ocasiones está como tentado por lo oscuro y peligroso. Digamos que parece un tipo que padece de equilibrio en sus estados emocionales. El rescate es una cinta que tiene un gran relato detrás, pero que cae fácilmente a la acción hollywoodesca y en la cloaca de los clichés sentimentales.