El debut de la directora francesa Eva Husson es una fábula adolescente en toda la extensión de la palabra: tiene el extraviado encanto del atrevimiento, pero no acaba de plantear ninguna hipótesis, ningún cuestionamiento real – como lo tuvo en su momento KIDS (Clark, 1995), cinta de la que es clara heredera -. El filme explora los amaneceres sexuales de un grupo de adolescentes de clase media en Biarritz, Francia, quienes matan el aburrimiento en sus reuniones de coca, metanfetaminas y sexo.

El contexto actual le añade un elemento que resulta un poco preocupante: ¿cómo experimentar sin miedo en esta pesada era de las redes sociales, donde la privacidad no existe y donde volverse viral siempre es un riesgo? Los protagonistas de esta historia parecen resolverlo de esta historia: todo les aburre, no permiten que nade los toque de verdad.

La idea original de los juegos de botella que luego devienen en orgías es de una chica (George, interpretada por Marilyn Lima), pero el verdadero protagonista el Alex (Finnegan Oldfield), el lidercillo manipulador del grupo de amigos. A pesar de su juventud, Alex encarna con maestría ese megabostezo clasemediero hacia la vida: hasta verlo coger aburre. En mayor o menor medida, los personajes están condenados a la imposibilidad de una emoción real, la indiferencia los tiene ahogados; para todo problema parecen existir  soluciones fáciles (aborto, antibióticos para una enfermedad venérea, “se siente casi como si no hubiera ocurrido”, dice una de las chicas) y la adolescencia se vuelve entonces una enorme sala de espera.

Esta cinta debutó en el festival de Toronto de 2015 con buenas críticas, quizá porque la cinematografía logra proyectar la intimidad de esta porción de vida que estos adolescentes recordarán como un sueño.