Por Omar Morales

Llevo un par de días con este disco pegado a las orejas y he confirmado mi admiración por Wayne Coyne y los Flaming Lips: pocos artistas con ideas tan claras y pocos grupos con un rango dinámico tan amplio. Podrá o no gustarnos su obra, pero creo que su valor estético resiste cualquier andanada de reproches: 30 años de carrera, 13 discos de estudio y uno de los actos en vivo más potentes del rock de nuestro tiempo no son poca cosa.

Con una buena mezcla de punk y psicodelia los Flaming Lips nacieron como una banda cruda y directa, sin rodeos ni falsas pretensiones, pero el aumento sustancial de las capacidades musicales de los dos miembros fundadores de la banda, Wayne Coyne y Michael Ivins, y el ingreso en 1991 del multiinstrumentista Steven Drozd han enriquecido paulatinamente su concepto armónico. La discografía de los Flaming Lips es diversa, son un grupo capaz de guarradas como el “Charlie Manson blues” (del disco Hear it is de 1986) o “Drugs machine in heaven” (Telepathic surgery, 1989), o de la joya conceptual y sonora de 1997 titulada “Zaireeka” (una obra fonográfica dividida en cuatro discos compactos que deben ser reproducidos al mismo tiempo desde distintas fuentes, para formar la secuencia principal a partir de cuatro grabaciones estereofónicas), de gigantescos himnos pop como “Race for the prize” (The soft bulletin, 1999) o “Do you realize” (Yoshimi battles the Pink Robots, 2002), o de un disco lleno de experimentación sonora y formal dedicado a los temores humanos que muy atinadamente titularon “The Terror”. Aquí va un resumen auditivo de cuatro minutos:

[video:6104-https://www.youtube.com/watch?v=5H8K9ary1Rk]

“We want, or wanted, to believe that without love we would disappear. That love, somehow, would save us that, yeah, if we have love, give love and know love, we are truly alive and if there is no love, there would be no life. The Terror is, we know now, that even without love, life goes on… we just go on… there is no mercy killing.” Wayne Coyne

The Terror es tan árido como su portada. Es un disco conceptual y monocromático. Ácido y difícil de digerir. Hipnótico.

En cuanto escuché la canción inicial quedé prendado, “Look… the sun is rising” es una oda al ruido que huele a mañana. Pero no me malinterpreten, las expresiones desplegadas en este disco no son nuevas, no hay vanguardia, es más bien un crisol en el que se funden los experimentos musicales del rock en las décadas pasadas. Son ideas melódicas, rítmicas y armónicas que ya hemos escuchado y preguntas existenciales que ya hemos formulado, sólo que filtradas por la imaginación de los Flaming Lips. En ese sentido puede ser un disco muy familiar, cualidad que facilita la digestión porque se trata de un disco pesado, denso, lleno de capas sonoras y trucos de estudio. Con tanto ruido flotando en las canciones calculo que la mezcla debió ser una pesadilla, una batalla en pos de la inteligibilidad. Bien ganada, por cierto. “We believe that there is some value in screaming back at the uncontrollable darkness asking why I am the way that I am. The idea of the isolation of our own minds. When we say that we’re alone, we are. we are all alone and accept that, but there’s something comforting in us all knowing we are all alone together.” Wayne Coyne

The Terror es un álbum coherente que estremece con sus formas musicales y líricas: paisajes sonoros desoladores y angustiantes que acompañan un monólogo que a primera escucha se aprecia deprimente, pero que más bien trata de la resignación ante las condiciones y limitantes humanas: no controlamos los controles, afirman los Lips, y eso provoca terror; sin amor hay vida; todos estamos solos…

Una trabajo con múltiples niveles dicursivos dedicado a los temores, dudas y verdades universales; un soundtrack perfecto al que sólo le faltan las secuencias de horror. Como disco de rock será menospreciado por muchos, como obra de arte espero que no.