Por Omar Morales

Este disco merece un poco de imaginación con tintes melodramáticos. Una niña inglesa de piel muy blanca y aspecto frágil de once años. Un día cualquiera el padre de esta pequeña decide marcharse de casa y muere a los pocos meses, por lo que su madre debe hacerse cargo de ella y sus dos hermanos. Con las dificultades que este panorama representa, la familia sale adelante, pero cuando Beth tiene 19 años, su madre también fallece. Tiempo después, en una fiesta, la niña que ha dejado de serlo, conoce a un exitoso productor musical, quien siente una fuerte atracción por ella y la convence de grabar algunas canciones. Su vida gira de nuevo y la niña inglesa de piel muy blanca se convierte en una celebridad. Aunque estas líneas se acercan más a la sinopsis de una telenovela, son en realidad algunos pasajes de la vida de Beth Orton.

Gracias a una peculiar combinación de folk y música electrónica, en la década de los 90, Beth Orton llegó a la cima de la popularidad de la mano de William Orbit y The Chemical Brothers. Editó algunos discos como solista en la misma línea, logró un buen número de ventas y realizó giras internacionales; ganó un BRIT Award y actuó en cine y televisión, pero en 2006 decidió suspender su carrera. Vivió temporadas de excesos y poco recato, como la mayoría de las luminarias pop, pero esa no fue la razón para el hiatus. Beth dio a luz a su primera hija y, obviando el cliché, su vida cambió. Se convirtió en madre soltera, canceló una serie de conciertos, su contrato discográfico terminó, no hubo renovación y consideró seriamente su retiro musical. Afortunadamente eso no sucedió.

Beth comenzó su nueva vida entregada a las tareas domésticas, hasta que un buen día se decidió a tomar clases de guitarra y le pidió a Bert Jansh (leyenda del folk inglés, fallecido en 2011) que fuera su maestro. Beth cuenta que una noche, después de acostar a su pequeña hija, tuvo la necesidad irreprimible de componer una canción y así comenzó su nuevo disco, en “las horas en que las arañas tejen sus redes“, según sus propias palabras. Sin caer en barroquismos, Sugaring Season es el trabajo de mayor complejidad armónica en la carrera de Beth Orton, con algunas letras y melodías que difícilmente serán diluídas por la vorágine del consumo musical de nuestros días y la cultura de las canciones y discos desechables. La voz de Beth es una de las menos ordinarias de su tipo y para este disco adquirió un timbre que puede ser adictivo. Se olvidó por completo de la electrónica y formó un equipo de grandes alquimistas del estudio de grabación: el productor Tucker Martine (My morning jacket, Bill Frisell, R.E.M., Spoon), el jazzista Brian Blade (Joshua Redman, Wayne Shorter), el polifacético Marc Ribot (Tom Waits, John Zorn) y algunos virtuosos más de talla similar. Es así como la niña inglesa de piel muy blanca y aspecto frágil, que hace unos años pensó en abandonar la música, ha creado uno de los discos con mejor consistencia en su género de este año.