Por: Omar Morales @OmarInMorales

Ya que esta reseña trata sobre un gran escritor, creo necesario arrancarla con una licencia lingüística: “La vida es una gran cabrona…”Y también con una precisión de diccionario al cobijarme en la primera parte de la primera acepción de la RAE que define cabrón como un algo “Que hace malas pasadas”.

Y si no me creen pregúntenle a Leonard Cohen, quien por una cabronada de la vida terminó convertido en un personaje de sus propios poemas, uno de esos cargados de ironía y humor cáustico que tan bien le quedan. Cohen fue traicionado por una de sus mejores amigas, acción que podría ser considerada fútil, pero que en este caso resulta devastadora porque esa amiga era también su mánager y apoderada: Kelley Lynch convirtió el saldo millonario de las cuentas bancarias de Mr. Leonard, fruto de décadas de trabajo, en unos cuantos miles de dólares.

Después de años de demandas y contrademandas es día en el que no ha recibido un centavo de ese dinero robado, razón por la cual Leonard Cohen se vio obligado a trabajar de vuelta. Su disco de 2004,Dear Heather, siendo más orado que cantado, marcaba distancia de sus formas musicales acostumbradas y para 2008 que se embarcó en un tour mundial por necesidades económicas, llevaba 15 años sin hacer giras de largo aliento.

El pasado 21 de septiembre, Leonard Cohen cumplió 80 años y un día después lanzó a la venta su disco de estudio número 13, Popular Problems, que mezcla lo más profundo e interesante de sus habilidades vocales y poéticas con lo peor de su desinterés musical.Diré esto desde los planos de músico e ingeniero de grabación que soy: la sonoridad y trabajo armónico del nuevo disco de Leonard Cohen poco tienen que ver con la gravedad de su poesía y voz.

Para Leonard Cohen la música es un pretexto, sólo un vehículo que transporta sus palabras. Fue primero poeta que cantante, previo a su debut discográfico ya había publicado cuatro poemarios y dos novelas, y él mismo reconoció que su interés inicial por la música fue meramente económico: las estrellas pop hacen dinero, los poetas no… (¿karma?)

Desde su regreso a los escenarios en 2008, Leonard Cohen ha procurado que sus conciertos sean musical y visualmente atractivos, cualidad de la que carecen los dos discos de estudio que desde entonces ha publicado. Para Cohen no son nuevas las alianzas con productores y compositores que lo guían en asuntos melódicos, rítmicos, armónicos y tímbricos: Anjani Thomas, Sharon Robinson, John Lissauer, Phil Spector, Bob Johnston… y últimamente Patrick Leonard, en quien confía ciegamente.

Después de revisar el currículum de Mr. Patrick Leonard me parece aun más increíble que el nuevo disco de Leonard Cohen tenga un sonido tan artificial, sintético y dislocado respecto a su voz y palabras. Las melodías, ritmos y desarrollos armónicos de Popular Problems no merecen reproche, pero el timbre de algunos sonidos provoca escalofríos. Los órganos, percusiones y metales de origen electrónico poco tienen que ver con el espíritu de este disco. Su uso es comprensible en una maqueta, quizá en un disco de música electrónica o en uno de Los Temerarios, pero no alrededor de la enorme voz de Leonard Cohen. Imagino los niveles metafísicos que este disco hubiera alcanzado de la mano de Gabriel Roth, por ejemplo.

Obviando este desvarío del productor, la forma poética de Cohen y la textura de su interpretación demuestran el peso de su experiencia, la falta de prejuicios y fluidez de palabras y cadencias que le han otorgado los años. Creo que en este disco más que en ningún otro la música es sólo un pretexto (y por momentos un estorbo) para sumergirse en el mar lingüístico de Leonard Cohen. Mis favoritas del disco: Slow,Almost like the blues yYou got me singing.