Por Omar Morales

Resulta complicado imaginar las trampas que conlleva ser una banda de la talla de los Strokes: fama desbordada, contratos millonarios, paparazzis al acecho, presiones de los empresarios y mala leche de la prensa, codicia, privacidad invadida y la competencia de cientos de bandas que buscan las credenciales que ellos obtuvieron hace poco más de diez años… Nueva York, mediados de 2001, una novel banda de rock formada por cinco jóvenes de entre 20 y 23 años, de familias acomodadas, lanzaron su primer disco de nombre “Is this it” que los llevó a ser nombrados como “los salvadores del rock”. El disco vendió varios millones de copias, dieron conciertos por los cinco continentes y se convirtieron a tan temprana edad en una de las bandas más influyentes de este nuevo siglo, al grado que a la fecha hay grupos que siguen tratando de copiar el estilo debut de los Strokes.

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El detalle es que los creadores de esa bomba mediática se alejan cada vez más de la fuente originaria, en muchas de sus nuevas canciones los Strokes ya no suenan a la banda de “Last nite” o “Hard to explain”. Llevan varios discos alejándose de las distorsiones, el nihilismo y la inmediatez con resultados irregulares. Tengo la impresión de que guiados por el impulso de Julian Casablancas buscan afanosamente el santo grial del pop y creo que en ocasiones han estado a punto de encontrarlo, pero en varios de los intentos, a mi gusto, se han extraviado.

Hay elementos del nuevo disco de los Strokes que aprecio dislocados con respecto a la totalidad de la obra y le restan consistencia: un sonido demasiado delgado y comprimido en la base rítmica, bajo y batería debieran ser mucho más sólidos y robustos; no es un secreto que Casablancas es un cantante con muchas limitaciones y en “Comedown machine” le dio por abusar del falsete, técnica que por momentos le ha funcionado pero en la mayoría de las ocasiones resulta en una voz aguda, forzada y fuera de lugar en este disco; la mezcla final es poco eficiente y en algunas de las canciones se echa de menos la inteligibilidad de los instrumentos y una mejor distribución de los planos sonoros.

En una entrevista reciente el bajista de la banda, Nikolai Fraiture, explicó que al terminar la gira del disco anterior decidieron ensayar un puñado de canciones, algunas nuevas y otras que habían deshechado de grabaciones anteriores, y que así construyeron “Comedown machine”. Es posible que de ahí provenga la inconsistencia, más que un álbum, una obra total con una idea definida, el nuevo disco de los Strokes suena a una gran maqueta que podría derivar en una extraordinaria pieza de rock, o quizá se deba a que están urgidos por terminar su contrato con RCA, el hecho es que de las 11 canciones por lo menos 5 son dispensables e intrascendentes, con el resto podríamos armar un Ep memorable.

Conclusión, los Strokes enamoran y atrapan cuando suenan a los viejos Strokes, cuando no, sus canciones pueden ser fácilmente comparadas con algunas de A-ha, Roxette y Maná