Tía bisabuela de uno de los socios, Malamén era una mujer de mundo, adelantada a su época, aventurera y amante de la cocina. Su identidad está inmersa en relatos fantásticos y anécdotas, algunos de las cuales rayan en lo inverosímil. Pero todo es parte del encanto de esta mujer que vivió a su antojo. Este pequeño y adorable lugar refleja su espíritu.

El ambiente del Malamén recuerda los bares y cabarets de la Rue Oberkampf, en París, donde se mezcla lo vintage con lo moderno. De día es luminoso y lleno de vida, y de noche, seductor. En los muros hay retazos fotográficos de la vida de Malamén, incluido su libro de recetas en el que compiló, durante sus correrías por el mundo, algunos platillos que encontrarás en el menú. También hay una enorme colección de retratos hablados de este personaje –mitad ficción, mitad verdad–, que rara vez se dejó fotografiar.

El lugar cuenta con mesitas sobre la banqueta, por lo que en las tardes de precopeo te otorga un asiento en primera fila para disfrutar el ir y venir de la gente por el concurrido Polanquito. Sin embargo, en la parte de arriba, desde el tapanco que ofrece una vista panorámica hacia el espejo de agua del parque Lincoln, las horas se pueden ir volando, en especial si tu plan es una cena con plática.

El menú es un nostálgico collage de estilos gastronómicos (o de antojos), que pueden incluir mezclas como las BBQ ribs con frijoles charros. Se lleva las palmas el English Muffin de foie gras, que marida con una cerveza Baja Black. No debes perderte el soufflé de alitas de pollo con salsa Buffalo, o el chile cuaresmeño rojo envuelto en carne molida, que combina sabores picantes, salados y dulces.

Pero lo que nos trajo a este lugar son sus tragos. La carta no es muy extensa, por lo que cada detalle de los cocteles ha sido celosamente cuidado. Todos ellos nos hablan de las vivencias de Malamén, una suerte de diario de viajes.

The Picture of Earl Grey, un trago complejo a base de ginebra infusionada en té negro, nos deja en el paladar un duradero gusto a especias y frambuesas. Pero si eres de los que buscan sabores con más carácter, entonces pide el Peniciline, que balancea muy bien whisky single malt de intensos sabores a turba, con whisky blended y tonos cítricos que atemperan el resultado final.

Este restaurante bar nos deja una experiencia memorable. Quizás el secreto se encuentra en que tanto chefs como mixólogos dan rienda suelta a su creatividad, en un claro homenaje al espíritu libre de Malamén.

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