7. El chilenito (parte I)

La niña inquieta | Una columna semanal

La niña inquieta

[Nota del editor: Lo aquí publicado está basado en hechos reales, pero algunos nombres y situaciones han sido cambiados para proteger la privacidad de terceros. Los puntos de vista aquí expresados no necesariamente reflejan la opinión de Chilango o de Grupo Expansión.]

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Rhodesia, 1:41 AM.

Ya no soy muy fan de los antros pero esa noche no quería dormir sola -y en el barcito de la Roma en el que estábamos no había mucho potencial. Fuimos con un par de guerreros -siempre los hay, en este caso se apuntaron una amiga y cuatro amigos- únicamente a atascarnos: a ser mutuos wingmen en busca de un triunfo efímero. Tenía mi vestido negro de flores, ese que muestra mi tatuaje de la espalda, el que me pongo cuando estoy particularmente caliente. La cacería comenzó.

Noté que el 95% de los que se encontraban en la discoteca eran menores que yo -y uso la palabra discoteca para enfatizar la idea-. Me desmotivé.

Apoyada en una de las barras del lugar, a punto de tirar la toalla y de regresar a casa… sola… llegó un chilenito, evidentemente más joven que yo, a invitarme un trago.

Pedimos unos shots fosforescentes que bien podrían haber sido radioactivos.

`No, yo pago el mío´ -digo, si me lo cojo es porque lo decido, y jamás por deberle algo.

`Mujer emancipada´, respondió con una sonrisa. Sabíamos a lo que íbamos.


EL PRÓXIMO JUEVES
 viene la segunda parte de esta historia. Les contaré de mi trío fallido y el nacimiento de un fuck buddy regular. Acá los espero. Disfruten sus vacaciones.

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