Del archivo histórico de la revista
Chilango No. 45 / Julio 2007

*La autora de este texto asistió a la fiesta que aquí se describe y platicó en persona con los menores de edad y con los padres que se mencionan en este reportaje. Hay registro grabado de todas estas conversaciones, sin embargo, dada la delicadeza de lo que aquí se expone, los nombres han sido cambiados.

Esta es la secreta vida sexual de los adolescentes capitalinos. Un mundo
que algunos papás sólo atinan a prohibir o negar. Este es un relato de
incomunicación.

El viernes es en casa de Rocío, sus papás están en Europa… ¡Podemos hacer lo que queramos! —cuenta Michelle que dijo a sus amigas durante la hora del descanso en la preparatoria del colegio M…

Una semana antes había preparado el reven con Rocío, su mejor amiga. Entre los invitados vendría gente de “todos lados”: es decir, de algunas de las mejores preparatorias y universidades particulares de la ciudad. Y cabe recalcar: muchas de ellas manejadas por congregaciones religiosas. Pero habría derecho de admisión solo entraría gente de “mente abierta”.

Llega el viernes, y lo que podría parecer una fiesta normal de niños de entre 14 y 17 años en la casa ubicada en la calle de Alpes, en Lomas de Chapultepec, a las 00:30 es ya una orgía. La canción de Shakira “Hips Don´t Lies” se escucha a una cuadra de distancia. Después de tocar casi por 10 minutos el timbre, finalmente abre un joven de unos 17 años. —El chupe esta en la cocina, no hay nada de comer, en el cuarto se están pachequeando. También tienen pastillas. Hay condones en un jarrón en la sala y otros en el baño. Diviértete — es su mensaje de bienvenida.

Quien recibe es Alejandro, conocido como “el Chino”, estudia sexto de prepa y planea ser admitido en la carera de derecho. En una mano lleva un cigarro y una cerveza, con la otra toma del brazo a una niña que se ve mucho menor que él. Dice que la acaba de conocer. La besa y le quita la blusa, sin importar quien los vea. Luego tienen sexo en el jardín. —Después me toca a mí, güey —le grita Hugo uno de sus compañeros de la escuela, vestido con una sudadera Adidas.

Veinte minutos más tarde, Hugo exigiría su turno.

La niña se llama Marian, tercero de secundaria, 15 años. Dice que no le importa “rolar”. «Son guapos y me la paso bien —explica caminando al baño por un condón—. Además me cuido no hay riesgo.»

En el camino al baño, otra tres parejas tienen sexo. Una en el sillón, otra junto a la puerta y otra en el suelo. Hay unas 50 personas en la fiesta. La casa es amplia, con muebles estilos minimalista. De las paredes cuelgan algunas imitaciones de cuadros de Van Gogh.

En el centro de la sala se divierten las anfitrionas, Michelle y Rocío. Compiten con otros tres jóvenes por ver quién se toma más caballitos de tequila. Junto a la botella de Corralejo se encuentra una foto de la familia de Rocío de cuando se fueron a esquiar a Lake Tahoe. Michelle viste jeans y blusa strapless, verde, con la que se alcanza ver su piercing en el ombligo. Se alació el cabello y se maquilló en exceso «para no parecer de 16.»

—Si no te lo tomas todo besas a Rocío— le advierte el chico que la tomó de la cintura.

Entonces ella lo suelta y con las dos manos toma la cara de su amiga, la besa larga y violentamente y le agarra una nalga. Hay gritos y chiflidos. —Me encanta cómo se ponen cuando nos ven así— aplaude Rocío.

Después Jonathan, el chico con el que estaba Michelle, las invita a subir a un cuarto. La fiesta se traslada al piso arriba, donde hacen un trío. No es la primera vez entre ellas. «Con Jonathan sí fue la primera vez —aclara Rocío—, pero hemos tenidos mejores compañeros.» No se consideran lesbianas, ni siquiera bisexuales: «Sólo experimentamos. No por eso nos tenemos que definir así, finalmente nos gustan los hombres.» Comentan que su grupo de amigas es reducido. Muchas de sus compañeras en la escuela no las aceptan por salir tanto a fiestas y tener un nuevo novio cada semana. «Son moscas muertas —dice Michelle, mientras se fuma un churro de marihuana—. Todas lo hacen, sólo que no lo aceptan y se dan golpes de pecho. Nosotras somos sinceras y no nos importa lo que digan.» Las acompañan dos de sus amigas: Alejandra y Denisse, de 15 y 16 años respectivamente. Las cuatro estudian el primer semestre de preparatoria y se conocen desde que iban en maternal. Denisse dice que no tiene permiso de salir mucho, sus padres son muy religiosos. Por tanto, aprovecha cuando la dejan ir de fiesta. Confiesa que ha hecho “de todo”: sexo oral, anal, tríos, swinger, pero hoy sólo tiene ganas de ver. Sube a buscar a Mich y a Chío y sólo se queda a ver como tienen relaciones con Jonathan. Mientras tanto, en un baño, Alejandra le hace sexo oral a su novio.

La fiesta acaba. Rocío, exhausta, sonríe. Tiene braquets.


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