4 de agosto 2016
Cinco gadgets ochenteros que valieron pronto
Por: Colaborador
En los 80, tener un gadget era símbolo de estatus y, contrario a lo que pasa hoy, el público prefería los que fueran más grandes y voluminosos para que se notaran.
Demos un vistazo a cinco gadgets ochenteros que, a pesar de haber sido muy populares, fueron rápidamente sustituidos por otros desarrollos que resultaron más atractivos para los usuarios.
La parabólica: ¿quién la tiene más grande?
Durante los primeros años de la década, las azoteas de ciertas zonas de la ciudad, como Satélite, Polanco o Las Lomas, empezaron a llenarse de gigantescas antenas circulares que apuntaban hacia el cielo. Eran las famosas “parabólicas”.
En una época donde los pocos sistemas de cable ofrecían una docena de canales y en la TV abierta sólo había siete canales disponibles, era todo un lujo ver en casa la señal de los canales estadounidenses y europeos.
Lo que hacían estas antenas era, literalmente, “robar” las señales de televisión directamente de los satélites; eran otros tiempos, así que las señales no estaban codificadas, por lo que prácticamente cualquiera podía ver las noches de Playboy, la señal sin comerciales de algún evento deportivo o ver dos veces una película o un programa gracias a los dos horarios de las televisoras de Estados Unidos.
En algunas colonias se daba una verdadera competencia para ver quién la tenía más grande —la antena, pues—; los primeros modelos tenían que ajustarse manualmente hacia el satélite o para librar algún edificio y, posteriormente, salieron al mercado otros modelos equipados con un ruidoso y lento motor para que se ajustara “sola”.
En la segunda mitad de los 80, las compañías satelitales empezaron a codificar sus señales, por lo que en México se podían conseguir unas tarjetas piratas para descodificar la señal; sin embargo, resultaron caras y poco eficientes, por lo que las parabólicas de muchas azoteas quedaron inservibles y empezaron a oxidarse como señal de que otros tiempos habían sido mejores.
Por cierto, la sonora dinamita, le hizo una canción a ese enorme gadget de azotea.
La Betamax: Sólo en México
Las cintas de video llegaron al mercado en la década de los 70, y el formato que se popularizó primero fue el Betamax, desarrollado por Sony, el cual ofrecía mucha calidad de imagen, pero poca capacidad para grabar, lo cual provocaba que, por ejemplo, películas que duraban más de dos horas, tuvieran que comercializarse en dos casetes.
Esto hizo que, en diferentes países, especialmente Estados Unidos, el formato VHS se popularizara más rápido, ya que, sacrificando calidad, permitía grabar más horas; así que el mercado gringo de inmediato empezó a rechazar el Betamax.
Ese cambio provocó un gran problema para Sony y otras empresas, ya que tenían una sobreproducción de videograbadoras, pero encontraron un lugar donde las podían comercializar con éxito antes de que se volvieran obsoletas: México.
En esos años, las fronteras estaban cerradas en México para importar productos desde cualquier país del mundo, por lo que el contrabando —o fayuca para los cuates— era la única opción para quien quería adquirir una modernísima videograbadora, así que lugares como Tepito se llenaron rápidamente de estos dispositivos.
Durante toda la década de los 80, el Betamax fue el formato más popular en México, hasta que, poco a poco, el VHS fue llegando para emparejarse con el resto del mundo.
Para los que gustaban de cuidar mucho sus videograbadora, vendían un aparato popularmente conocido como “regresadora”, el cual servía para rebobinar los videocasetes para, por ejemplo, devolverlos al Videocentro.
Así anunciaban las Betamax en Japón: