Meses, años de preparación cobran forma detrás de una línea de salida, luego de un conteo, después de un disparo. Se trata de una lucha con uno mismo, con un par de tenis puestos y millones de personas observando. La proeza es recorrer 42 mil 195 metros con paso firme y constante. Así se preparan los maratonistas de la CDMX.

Germán de la Rosa ha resistido cuando su cuerpo no puede avanzar más, ha sentido el bailar de su tobillo y el entumecimiento de sus brazos cada que da un paso, cada que toma las muletas y se impulsa para correr. Germán es runner de una sola pierna y la Ciudad de México lo volvió un maratonista para celebrar la vida.

Sobreviviente de cáncer, ingeniero en audio, bailarín y músico, a los 14 años Germán enfrentó un tumor en la rodilla derecha con metástasis pulmonar. Tras un año de quimioterapias erradicó la enfermedad y aprendió a vivir con una prótesis dentro de la pierna que le desgastaba el hueso, lo obligaba a estar sedado y le generó atrofia muscular, complicando cada uno de sus movimientos.

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“Soy bajista y un día saliendo de un toquín en el que trabajé con mi hermano estaba lloviendo, pisé mal, me resbalé y caí sobre la pierna derecha. El hueso se fracturó y no tuvo remedio. La opción era ponerme otra prótesis hasta la cadera con un periodo de vida muy corto o amputarme y olvidar la vida como la conocía. Me decidí por lo segundo y todo cambió: empecé a vivir sin dolor, a sentirme más libre, a hacer mi vida sin depender de nadie, y fue cuando llegó el deporte”, cuenta.

Germán empezó a correr en 2008 por casualidad: unos médicos le pidieron hablar con un chico con cáncer que había vivido una historia similar a la suya y que estaba internado en el Instituto Nacional de Pediatría con problemas de depresión. Horas más tarde de ir a contar su experiencia, recibió una llamada de la presidenta de la fundación Aquí Nadie se Rinde, quien le agradeció el gesto y lo invitó a la primera carrera de cinco kilómetros de la agrupación de la que hoy es vocero. La sede era el Estadio Olímpico Universitario y en el público estarían presentes niños con cáncer.

Foto: Leonardo Pérez

Foto: Leonardo Pérez

“Fue súper emocionante ver que los niños se volvían locos al verme en las muletas, sin una pierna y con una prótesis; me veían como algo real para ellos —recuerda Germán—. Fue tan grande lo que me provocaron que al cruzar el túnel del estadio aventé una muleta, avancé un poco y solté la otra. Nunca había caminado sin apoyo, pero lo hice, y como un bebé tambaleante llegué a la meta”.

Desde entonces corre cada año y el rumor de que era un runner de una sola pierna empezó a crecer. Amigos y conocidos lo buscaron para invitarlo a otras carreras, empezó a entrenarse y participó en competencias a campo traviesa, con obstáculos, el Medio Maratón de la Ciudad de México y las Spartan Race. En 2018 cumplió 10 años corriendo y quiso celebrarlo con un reto: su primera justa de 42 kilómetros.

El Maratón de la Ciudad de México es considerado el noveno más importante de entre los 250 que se realizan cada año en el mundo. Es el sexto en Norteamérica (después de Boston, Nueva York y Chicago, en Estados Unidos, y Vancouver y Toronto, en Canadá) y el primer lugar en América Latina, de acuerdo con la Asociación de Maratones Internacionales y Carreras de Distancia (AIMS por sus siglas en inglés). Completar el reto de correr el maratón le llevó ocho horas. Germán llegó a la meta después de tener problemas con sus muletas y una molestia en el tobillo izquierdo causada por el terreno irregular y los adoquines en el tramo de Chapultepec. “Yo lo que quería era llegar, el tiempo fue lo que menos me preocupó en ese momento. Necesitaba terminar, probarme de lo que soy capaz y contagiar a otros”, dice.

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Para él, las emociones desempeñaron un papel crucial: ¿detenerse al sentir dolor o seguir hasta llegar al límite? De acuerdo con Eduardo Rosado, psicólogo especializado en deportistas, quienes practican deportes de alto rendimiento deben llevar un entrenamiento psicológico a la par del físico, pues les permite mantenerse enfocados y aprender a adaptarse a las situaciones de estrés de una competencia.

“Se tiene que trabajar en el control de las emociones y hacer que se conviertan en aliadas, que les permitan concentrarse mejor, motivarse a sí mismos, reaccionar ante situaciones de peligro como las lesiones y tener un sistema de control para dosificar su nivel de esfuerzo y energía”, asegura.

Este especialista señala que al correr un maratón se identifican diferentes fases: la euforia de los primeros kilómetros, una etapa valle entre los seis y los 15 kilómetros (que es un acoplamiento en la carrera), y la fase de transición, que se alarga a los 27 kilómetros, cuando ya se empieza a sentir el cansancio. Después está “el muro” o “la pared” a partir de los 30 kilómetros, porque el cuerpo muestra signos de agotamiento, calambres y entumecimiento, pero una vez alcanzados los 40 kilómetros se experimenta una nueva fase de euforia por la cercanía con la meta.

“Ser conscientes de ellas e identificarlas bien va a permitir que le ganemos a la mente, a ser más resilientes y a terminar las carreras no por inercia sino por el trabajo físico y emocional previo”, explica Eduardo Rosado.

Para Germán correr significa ponerse en equilibrio, despejar la mente, estar en un modo zen en el que el diálogo es con él mismo. Implica probar sus capacidades, retarse y poder motivar a quienes empiezan a flaquear en las carreras.

Esa capacidad de alentar a sus compañeros de ruta le ha conseguido patrocinios de casas y empresas de ropa deportiva, fisioterapeutas y especialistas en nutrición que lo han ayudado a prepararse mejor para su segundo Maratón de la Ciudad de México a cambio de seguir siendo una persona que inspira y motiva a otros.

Este año tiene la meta de bajar tiempos, disfrutar la carrera sin los nervios de la primera vez, terminar en buen estado físico y motivar a sus compañeros con lo que considera su mantra: “Los límites no existen, esos sólo están en la cabeza”. Correr un maratón es desafiar los mitos de la carrera de Filípides para llegar de la ciudad de Maratón a Atenas y avisar que Grecia había vencido a Persia en el año 490 a. C. Se dice que en aquel momento Filípides cayó desmayado por el esfuerzo físico de recorrer 42 kilómetros. En la vida real, fallar en el entrenamiento o enfrentar condiciones no previstas puede significar la muerte.

El domingo 12 octubre de 2007 el Maratón de Chicago en Estados Unidos terminó en tragedia: hubo un atleta muerto y 302 corredores fueron tratados de emergencia por un golpe de calor. La temperatura ideal para superar un maratón y mantener el cuerpo fresco oscila entre 8 y 12 grados centígrados; sin embargo, en aquella ocasión se superaron 30 grados, por lo que la carrera fue suspendida tres horas y media después de iniciada.

“Los riesgos de correr un maratón sin estar bien preparado son muchos: se puede tener una elevación de la glucosa, deshidratación, lesiones musculares, un aumento en la tensión arterial o crisis hipertensivas y desatar un problema cardiaco o respiratorio. Incluso la genética cuenta al hacer un sobreesfuerzo, por eso se han dado casos de muerte súbita”, explica María Cristina Rodríguez, directora de las Clínicas de Medicina del Deporte de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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Por ello recomienda que antes de someterse a un reto como el Maratón de la Ciudad de México se realice un examen de pre participación, que va desde responder un cuestionario sobre antecedentes familiares hasta un electrocardiograma en reposo, una evaluación multifuncional y exámenes de sangre. Además, se debe contar con un preparador físico que guíe al atleta por las etapas previas a la carrera.

Lander García y María del Carmen Domenzain conocen la importancia de tener un equipo que los mantenga físicamente aptos. Ellos son esposos y desde hace dos años dedican gran parte de su vida al deporte: corren todas las mañanas, nadan en las tardes y un par de días a la semana él practica crossfit y ella kick boxing.

“Tenemos entrenadores que nos vigilan porque somos dos personas que le metemos muy duro al deporte —dice Lander—. Hemos corrido prácticamente todas las distancias y experimentamos en otras ramas. Al estar juntos somos muy disciplinados: entrenamos diario, tenemos una dieta balanceada, no bebemos ni fumamos y tampoco nos gusta desvelarnos mucho. La vida sana es nuestro estilo de vida.

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Foto: Leonardo Pérez

El Maratón de la Ciudad de México 2018 fue el primero que corrieron y su experiencia en otros deportes les dio la resistencia para acabarlo sin contratiempos. “La subida de Insurgentes hacia el final de la carrera es difícil —asegura María del Carmen—. Ves que toda la gente se empieza a quedar pasando el kilómetro 32. Todos bajan velocidad, algunos caminan, llega el agotamiento: es cuando el calor está en el punto más alto y el sol te da en la cara. No debes dejarte contagiar, ahí se ve la verdadera preparación de quienes hacemos deporte; es cuando demuestras el tanque que tienes para terminar en buena forma física.

Pero este 2019 quizá haya una ventaja, pues la ruta se correrá a la inversa para compensar los problemas de oxigenación causados por la altura de la ciudad. En lugar de cuestas, la ruta tendrá bajadas y rectas prolongadas, lo que promete mejorar las velocidades y el rendimiento de los participantes, explica Javier Carvallo, director del Maratón de la Ciudad de México.

Entre los beneficios del running, dice María Cristina Rodríguez, el corazón se vuelve más efectivo, la frecuencia cardiaca baja (bradicardia) porque se hace eficiente y se refuerza el sistema respiratorio. En un maratón, un corredor respira lo que cualquier otra persona en tres días. También se regula la tensión arterial, la insulina capta mejor la glucosa, las articulaciones y músculos se hacen más fuertes, mejoran las relaciones interpersonales, aumenta la concentración y se refuerza la autoconfianza.

“Para nosotros ha sido increíble correr juntos; nos acompañamos y motivamos. Yo soy quien lleva los tiempos y las distancias, y ella se encarga del abastecimiento. Me da miel y agua mientras ella come una naranja para mantenerse hidratada. Nos gusta compartir nuestros logros, sabernos unidos para vencer retos, y este año vamos a terminar igual que el anterior: cruzando la meta tomados de la mano”, dice Lander.

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Lleva un conteo metro a metro. Pedro Fletes es el agrimensor certificado que se sube a una bicicleta y empieza a rodar por la que será la nueva ruta del Maratón de la Ciudad de México para validar que cumple con la distancia oficial.

Él sabe la historia: el primer maratón olímpico se corrió en 1896 en Atenas, Grecia, pero años después, en los Juegos Olímpicos de Londres en 1908, la distancia fue modificada. A los 42 kilómetros originales se les sumaron 195 metros para que la carrera pudiera empezar en el Castillo de Windsor, frente a los ojos de la familia real de Inglaterra, y terminara en el Estadio Olímpico como estaba previsto.

La distancia se popularizó y en 1921 la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF por sus siglas en inglés) hizo oficiales los 42 mil 195 metros, mismos que desde abril pasado Pedro ha medido en las calles chilangas con un contador Johnson vinculado a la llanta delantera de su bicicleta.

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Cada uno de esos metros será recorrido por María de los Ángeles Herrera, una joven de 25 años que compite en la categoría T13 por su debilidad visual. Angie, como le gusta que le digan, empezó a correr hace 10 años. Primero probó con las velocidades en 100 y 200 metros planos que la llevaron a las Paralimpiadas Nacionales, después intentó los medio fondo de hasta 10 kilómetros y se dejó contagiar por otros amigos corredores interesados en el Medio Maratón de la Ciudad de México.

“Soy muy curiosa y empecé a investigar sobre el maratón pero todos me decían que estaba loca, que era mucho desgaste, hasta que le pregunté a mi entrenador si él creía que yo podría correrlo y me dijo que sí, que el día que tuviera muchas ganas de correr me fuera al Bosque de Tlalpan y le diera 20 o 30 vueltas”, relata.

Una noche, después del trabajo, Angie se puso los tenis, salió hacia el bosque y empezó a correr sin medir el tiempo ni pensar en nada. Dos horas y 23 minutos después había completado 24 vueltas. Se lo dijo a su coach y decidieron ponerse a entrenar para el maratón: les quedaban cuatro meses.

“En algún momento sentí que mi entrenador no me tenía mucha fe y pedí mi cambio. Desde entonces trabajo con Pedro Berrocal; él me preparó con distancias y tiempos largos, a subir cuestas y probar cambios de velocidad. Me enseñó a trabajar con compañeros guías y el día del maratón nosotros estábamos listos”, cuenta.

Para empezar a correr, Angie se coloca un antifaz de tela como lo marca el Reglamento de Competición de la IAAF, pues todas las personas con debilidad visual deben estar bajo las mismas condiciones; es decir, una persona ciega no puede competir con alguien como ella, que tiene un campo visual del 60 por ciento. La venda debe cubrir a todos los competidores para que la oscuridad sea total.

Además, el antifaz no puede ser manipulado durante la carrera, de lo contrario es motivo de descalificación, igual que no pisar al menos dos de los 11 puntos de control, en los que el chip de competidor registra el paso y evita que haya competidores que corten tramos con tal de llegar a la meta.

Otra herramienta de Angie es un listón que ella misma cosió. Se lo coloca en la muñeca derecha y su guía debe usarlo en la izquierda para acompañarla durante toda la carrera. Esa tira de tela implica total confianza en el otro: homologar ritmos y zancadas, identificar que un jalón en la mano significa un giro o curva, saber que con una señal de su voz deben saltar baches, hoyos y topes.

“Es una carrera de dos personas que al estar en camino nos volvemos una sola —dice—. Mi guía se vuelve mis ojos y yo no puedo hacer otra cosa más que confiar en él. En nuestro equipo usamos dos guías, hacemos el cambio a los 21 kilómetros para evitar su desgaste y hemos logrado cosas increíbles”.

El primer año que Angie corrió el Maratón de la Ciudad de México ganó el primer lugar con 4 horas y 17 minutos; el siguiente obtuvo el segundo sitio a pesar de bajar su tiempo nueve minutos. En 2018 logró la tercera posición con 4 horas 3 minutos.

La meta por la que entrena una hora y media cada noche es regresar al primer lugar de su categoría, con un récord de 3 horas y 40 minutos. Tiene una rutina estricta que varía en tiempo, distancia, cuestas y repeticiones. Cuando su entrenador no puede estar presente en su preparación, le pide fotos para llevar una bitácora de su rendimiento: en este punto de su entrenamiento la disciplina debe ser total.

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Foto: Leonardo Pérez

La meta es internacional

Así como los corredores buscan mejorar sus números, el Maratón de la Ciudad de México tiene la meta de ser el más rápido en la historia del país y competir en el plano internacional, además de mantener la etiqueta Oro que lo califica como uno de los mejores del mundo.

El objetivo es hacer una ruta más atractiva para los corredores élite que actualmente son invitados a participar a través de managers, además de hacer que los no profesionales puedan obtener tiempos clasificatorios al Maratón de Boston y al Wanda Age Group World Championship (para corredores mayores de 40 años).

“Tenemos que partir de la idea que la Ciudad de México está a 2 mil 240 metros sobre el nivel del mar, lo que no nos da condiciones para que sea una carrera rápida —explica Javier Carballo—. Pero si a esas circunstancias que no podemos modificar les metemos una ruta que compense la falta de oxigenación por la altura, tenemos una carrera más interesante, por eso ahora vamos de bajada y en línea recta, y la competencia empezará desde los primeros 10 kilómetros”.

Según sus cálculos, el rediseño de la ruta de la Biblioteca Central al Zócalo (sur-centro) permitiría que los corredores élite bajen sus tiempos entre uno y dos minutos, lo que hace una gran diferencia al pelear por los podios.

Quien se mantiene expectante es Thierry Guillot, un francés que ha corrido al menos 25 diferentes maratones alrededor del mundo, entre ellos Chicago, Montreal, París, Río de Janeiro, Nueva York y Boston en 2013, cuando una bomba colocada antes de la meta dejó tres muertos y 183 heridos.

“En un maratón no hay secretos, tienes que entrenar todos los días y si lo haces al aire libre mucho mejor —comenta—. En mi caso, cada mañana hago 15 kilómetros y los fines de semana corro 30. Este año habré hecho una ultradistancia de 60 kilómetros en Puebla y tres maratones: Ciudad de México, Montreal y Washington. La tarea es diaria, porque no es fácil enfrentarse a uno mismo y vencer”.

Thierry es gerente general de una cadena de hoteles en la ciudad y ha contagiado su pasión por las carreras no sólo a otros compañeros de trabajo sino a clientes y huéspedes, a quienes al menos una vez a la semana invita a correr al Bosque de Chapultepec. Ha puesto al running como sello de disciplina y convivencia en su trabajo.

Además de mejorar los tiempos de los corredores, el cambio de ruta del Maratón de la Ciudad de México busca generar identidad, tal como ocurre en Londres y la meta frente al Palacio de Buckingham, en Nueva York con Central Park o en Chicago con el Millennium Park.

“En los grandes maratones a nivel internacional la meta siempre está en un punto emblemático de la ciudad, y con esto no quiero decir que el Estadio Olímpico no lo sea; sin embargo, si nos vamos únicamente a la foto de meta, que es la que todo corredor va a guardar toda su vida, el estadio no dejaba de ser una foto en la que lo único que se veía era un arco de meta y una pista de tartán que podía estar en cualquier parte del mundo. Con el cambio estamos dando una identidad para que el corredor, cuando vea su foto de meta, recuerde la Ciudad de México”, argumenta Javier Carvallo.

Cada vez que Thierry se prepara para correr un maratón en el que ya participó, tiene la necesidad de ponerse una nueva meta. En el caso del próximo Maratón de la Ciudad de México, lo emociona poder colgar una nueva presea en su medallero, pues de las ediciones anteriores sólo cuenta con tres: la “X”, la “C” y la “O” de las letras que formaban “MÉXICO”.

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“Para este año mi reto es hacer 3 horas 15 minutos, o si se puede, vencer el mito de los corredores y bajar de las tres horas —señala—. Espero que el cambio de ruta sea positivo. Me va a motivar mi memoria más valiosa de los tres maratones que corrí: la entrada al Estadio Olímpico Universitario. Es una experiencia excepcional porque oyes los aplausos, te dan ganas de levantar los brazos y sentirte un absoluto campeón del mundo”.