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5 de octubre 2019
Por: Karla Almaraz

¡Cupido qué! Las efectivas son las cartas de amor de Santo Domingo

Miguel Hernández es uno de los 10 escribanos de Santo Domingo que mantienen vivo el oficio de redactar hasta cartas de amor.

“Lo bueno de la carta de amor que se hace en esta plaza es que las personas ya no se dejan de amar, se quedan juntas para siempre”, asevera con una enorme sonrisa Miguel Hernández, uno de los 10 escribanos de Santo Domingo, que mantienen vivo este oficio en la Ciudad de México.

No hay un letrero que anuncie este servicio, pero basta con que te acerques al número 12 de la Plaza de Santo Domingo para encontrarte con el escritorio de Miguel Hernández, quien además de correspondencia y otros documentos también ayuda a las personas a plasmar sus sentimientos en una carta de amor.

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Comenzó en el oficio de escribano hace 42 años “aporreando” —como dice él mismo— la máquina de escribir mecánica, cuando durante sus jornadas laborales comenzaron a llegar personas a solicitar su ayuda para redactar una carta para un ser querido.

Aunque con los años ha encontrado la manera de que llegue la inspiración, lo más importante para redactar estas cartas es todo lo que le cuenta el cliente.

“Los enamorados transmiten todo: los buenos pensamientos, las buenas vibras, los buenos deseos, las buenas obras. Ellos dicen el contexto de lo que quieren decir a la persona, puede ser su mamá, su papá, sus hijos, su novio. Ponen promesas de amor, que no hay otra persona más hermosa y la promesa de que siempre se amarán, aquí eso se hace realidad”, detalla Miguel.

Actualmente cada carta cuesta $120 y te la entregan de manera inmediata (obviamente después de que le des el visto bueno). Aunque es toda una tradición en la Plaza de Santo Domingo, esta romántica actividad ha sufrido estragos con el tiempo, pues la afluencia ha bajado y aún en las mejores épocas del año (como el 14 de febrero) llegan a hacer solo una carta a la semana.

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Al igual que la tecnología, el amor también se ha transformado, pues ahora más que cartas las personas suelen usar redes sociales y medios tecnológicos para expresar sus sentimientos.

“Cuando la gente ya tiene muchas decepciones en Twitter viene a Santo Domingo”, bromea Miguel y explica: “La transformación tiene que ser necesariamente, pero la diferencia con nosotros es que dialogamos con quien quiere escribir y se hace un vínculo. Aquí no hay de que la máquina hace las cosas sola, tenemos experiencia en la redacción y todo esto nos da un carácter especial, más que nada tenemos identidad”.

Escribanos en Santo Domingo: un oficio en riesgo de desaparecer

Tal vez cuando nos mencionan la Plaza de Santo Domingo pensamos inmediatamente en documentos falsos, invitaciones para fiestas y hasta en la tesis; sin embargo, también es el hogar de un oficio que tiene más de 100 años de existencia: el escribano.

Durante sus inicios en este lugar (por ahí del siglo XIX), la labor del escribano recaía principalmente en redactar oficios, elaborar documentos, correspondencia y hasta cartas de amor. Su trabajo tomó tal relevancia que se rebautizó a Santo Domingo como la Plaza de los escribanos o de los evangelistas.

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Con el paso del tiempo y el rápido avance de la tecnología, la plaza también se transformó. Las plumas fueron sustituidas por máquinas mecánicas, las cuales a su vez fueron reemplazadas por máquinas de escribir eléctricas. Los enormes cajones de imprentas ahora solo quedan como exhibición o para guardar cosas, pues hace mucho se dejaron de utilizar.

Actualmente quedan alrededor de 10 escribanos en Santo Domingo, quienes equipados con sus máquinas de escribir eléctricas no han dejado las letras desde hace décadas. “¿Qué necesitas? ¿En qué te ayudo? ¿Quieres algún trabajo?”, se escucha mientras caminas por las calles de la plaza.

A sus escritorios llegan todo tipo de personas, incluyendo chilangos guiados por la nostalgia. “Hay veces que los clientes me dicen ‘yo venía con mi abuelito y aquí hacíamos cosas de negocios y personales’ o ‘tenía que hacer un trabajo y me acordé que venía aquí con mi abuelita’”, menciona Miguel Hernández.

“El escribano viene siendo como un patrimonio intangible; puede haber otra máquina pero el escribano no cambia. La relación humana es lo que cuenta en este caso, entablamos conversación, nos hacemos amigos, compadres, cuates y eso pervive porque así somos los mexicanos”.

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