Este fin de semana será oficialmente el adiós al Estadio Azul. Aunque no hay fecha definida, los propietarios anunciaron desde 2016 que en el espacio se construirán un hotel y un centro comercial.

Para muchos, está maldito. Casa del Cruz Azul desde hace 22 años y testigo de la crisis del equipo –que no ha sido campeón desde 1997–, el Estadio Azul es el más antiguo de la ciudad. Detrás de esa losa está la historia de un lugar que se construyó para ser parte de una Ciudad Deportiva y que se ha distinguido del horizonte urbano de la capital.

Este fin de semana el deporte le dice adiós al Estadio Azul: el sábado 21, con el último partido de la máquina cementera, y un día después, con la final de la tercera temporada de la Liga de Futbol Americano de México, deporte para el que originalmente se construyó, en los años 40.

Es posible que en los siguientes meses venga la demolición del inmueble y la construcción de una plaza comercial, tal como ocurrió con el Parque del Seguro Social y el Toreo de Cuatro Caminos, pero, antes que te despidas, te dejamos algunos datos que quizá no sabías o que te pondrán el ojito Remi.

Las tres identidades del Azul

El inmueble, inaugurado en octubre de 1946, fue el primer estadio en la Ciudad de México y ha tenido tres nombres. El primero fue «Estadio Ciudad de los Deportes», en referencia al complejo deportivo que se pretendía construir alrededor, por eso la Plaza de Toros se encuentra a un costado. En ese entonces se jugaban partidos de futbol americano; el primero fue el encuentro entre los Pumas de la UNAM y los Aguiluchos del Colegio Militar. Y en futbol soccer, el primer partido lo disputaron el Veracruz y el Racing de Avellaneda en enero de 1947.

Su segundo nombre fue «Estadio Azulgrana», porque en un tiempo fue casa del Club Atlante y, por si no te acuerdas, ahí también jugaron de locales Necaxa, América y hasta la Selección Nacional.

Fue hasta 1996 que fue alquilado por el Cruz Azul y en agosto del mismo año cambió su nombre a «Estadio Azul».

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Tomada de https://dos.cruz-azul.com.mx/

Arquitectura innovadora

Otra de las razones por las que no será tan fácil decirle adiós al Estadio Azul es su tipo de construcción: fue el primero a nivel nacional en construirse con concreto; anteriormente se solía utilizar madera para armar los grandes recintos.

El artífice del inmueble fue el ingeniero Modesto C. Rolland, considerado el pionero en el uso del concreto armado en México. Él hizo la construcción en uno de los tres grandes hoyos que había en la ciudad –en los otros dos están la Plaza de Toros y el Parque Hundido–.

Los tres se formaron en los años 30 por la extracción de arcilla con la que se fabricaban los ladrillos en La Nochebuena, una ladrillera que dio nombre a la colonia. Las condiciones del terreno le permitieron patentar un modelo para prediseñar piezas y armar el estadio con su gradería.

Hoy el estadio cuenta con dos vestidores profesionales, dos preliminares y dos para árbitros; una sala de conferencias, un restaurante, 23 puertas y 36,681 localidades.

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Un lugar de grandes historias

El Estadio Azul también vio los juegos más importantes del Instituto Politécnico Nacional, incluso aparece en la película Juventud sin Dios, de 1961, que narra la vida de Lambert J. Denher, un legendario entrenador del IPN.

En su césped también se jugó el primer partido de NFL fuera de Estados Unidos, entre los Santos de Nueva Orleans y Las Águilas de Philadelphia, en 1978.

De acuerdo con el portal Soccermanía, en las filas del Azul jugaron 13 figuras destacadas del futbol que los fanáticos más jóvenes no alcanzaron a ver. Quizás el más destacado fue Carlos Hermosillo, el anotador del gol que le dio el último campeonato al Cruz Azul.

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Tomada del portal: www.maquinacementera.com.mx

Si eres hincha del Cruz Azul, seguro recuerdas el momento heroico. No ocurrió en el Estadio Azul, sino en la ciudad de León, Guanajuato. Empate a uno, primer tiempo extra. Una jugada de ataque que termina con una patada del portero de León y la marcación del penal. Todos reclaman; hay sangre en la cara de Hermosillo y en su playera con el número 27. Sus compañeros rezan. Un tiro raso a la izquierda del portero: ¡gol! En menos de un segundo, el Cruz Azul obtuvo así la octava estrella.

Del mismo grupo campeón aparecen en la lista Francisco Palencia, el argentino Héctor Adomaitis, Guadalupe Castañeda, Benjamín Galindo y Óscar «Conejo» Pérez, el último jugador del 11 campeón que sigue activo, aunque se retirará este torneo. También destacan Pedro Duana, Julio Zamora, el peruano Juan Reynoso, el argentino-italiano Mauro Camoranesi y los porteros Pablo Larios, Norberto Scoponi, Jorge Campos y Miguel «Gato» Marín, considerado uno de los más grandes ídolos del club. Christian «Chaco» Giménez fue la última leyenda de la escuadra que pisó el Azul.

En 2002, en un partido de homenaje a Carlos Hermosillo, bajaron a la cancha Jürgen Klinsmann (campeón del mundo con Alemania) y el ídolo argentino Diego Armando Maradona.

Además de los grandes cruzazulinos, Martín Palermo, Romario y Lionel Messi también jugaron en el Estadio Azul en 2011. En aquel enfrentamiento entre los «Messi and Friends» y las «Estrellas del mundo» se anotaron nueve goles.

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Para la nostalgia del adiós al Estadio Azul

En los recuerdos también hay dolor, como en 2013, cuando el Toluca eliminó en semifinales a la Máquina. Aquel día, un centenar de aficionados y miembros de la barra Sangre Azul dieron un portazo y bajaron a la cancha para increpar a los jugadores. La pelea contra la porra contraria dejó 10 heridos.

La desesperanza de la poca producción en la cantera y la forma en la que se apagaron jugadores que brillaron en el estadio, como Martín Galván –quien debutó a los 15 años– o el mismo César Villaluz –campeón del Mundo Sub 17–, cuya carrera se fue a pique tras recibir un golpe en la cabeza en un partido contra el Toluca, también han golpeado el ánimo de los azules.

A pesar de todo, a pesar de las derrotas constantes desde hace más de 20 años, los aficionados del Azul son incondicionales: se quedan en casa, nunca se quitan la camiseta, acuden al estadio aunque se cubran la cara con bolsas de papel, aunque derramen lágrimas en cada partido perdido. Son quienes siguen coreando porras, iluminando las gradas con mosaico. Todos ellos resentirán la partida del equipo de su sede.

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Foto: archivo Cuartoscuro

Descolorido adiós al Estadio Azul

Aunque una de las mayores «maldiciones» que acompañan el adiós al Estadio Azul es la ausencia de campeonatos, en 1947 el Atlante se coronó en el estadio en un torneo de puntos. También se jugaron finales de la Copa México y del torneo Campeón de Campeones.

En su historia con la Máquina solo se disputaron dos finales de vuelta: en 1999 con Pachuca y en 2009 contra Monterrey, pero todos conocemos el resultado. Irónicamente, en el último campeonato del Cruz Azul –en el Invierno de 97–, el equipo ganó en casa la ida y prácticamente esa victoria les dio la copa en aquel año.

En 2015 el Estadio Azul inundó las redes sociales pues al escribir «subcampeonísimo», Google Maps te llevaba al estadio.

El último torneo, el de despedida, tampoco fue de buenos números para el Cruz Azul, pues, de los 24 puntos que pudieron ganar como local, solo sumaron 10: dos victorias, cuatro empates y dos derrotas.

Para el partido de este 21 de abril, la Máquina Celeste espera un milagro: ganarle a Monarcas y que lo favorezcan las combinaciones de los demás partidos. Si esto no sucede, habrá sido el último juego del Cruz Azul en la que fue su casa por 22 años.

Las siguientes oportunidades que tendrás para despedirte del estadio más antiguo de la capital serán el 22 de abril en la final de la tercera temporada de la Liga de Fútbol Americano de México y el 3 de mayo en el festejo de la Santa Cruz. Aunque se ha rumorado que antes de la demolición podrían organizarse conciertos en el inmueble, el verdadero adiós al Estadio Azul será este fin de semana.

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