Más de 59 mil 650 sismos después, 21 de ellos con una magnitud mayor a 5.5 en la escala de Richter (de acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional en el momento en que esto se escribe), aún no cierran las grietas que se abrieron a las 13:14 horas del martes 19 de septiembre de 2017. El terremoto de ese día dejó en la capital 228 víctimas mortales, 12 mil 251 viviendas dañadas y alrededor de 80 mil damnificados. Es el desastre más letal en México en lo que va del siglo.

Tras el censo realizado por el gobierno de la ciudad en septiembre pasado, la base de datos del Portal para la Reconstrucción de la Ciudad de México revela que 138 viviendas se han rehabilitado o reconstruido, 212 se han demolido, 2 mil 977 están en obra o por iniciar obra, y 8 mil 924 se encuentran en proceso administrativo.

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Sin embargo, el choque entre autoridades y damnificados no ha dejado de tener réplicas. El pasado 11 de agosto, por ejemplo, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, visitó casas reconstruidas en las colonias Agrícola Metropolitana, Nopalera y Del Mar en Tláhuac, mientras integrantes de Damnificados Unidos le reclamaban retraso en los trabajos e incumplimiento de los acuerdos. Tres días después, integrantes de Enlace Xochimilco bloquearon la calzada San Antonio Abad y la acusaron de falta de apoyo.

El ambiente entre ambas partes se había tensado a principios de mes, cuando César Cravioto, comisionado para la Reconstrucción, dijo que había 124 millones de pesos sin comprobar por parte de las empresas encargadas de las rehabilitaciones y reconstrucciones. Para el 15 de agosto dichas compañías sólo lograron comprobar 70 millones de pesos, así que realizarán trabajos compensatorios por los 54 millones restantes. El funcionario calcula que la reconstrucción de viviendas concluirá en 2021.

Sobre los daños psicológicos y la pérdida de la tranquilidad tras el sismo del 19S, el tema va más lejos. México se ubica en una zona de “alta sismicidad” en la que interactúan cinco placas tectónicas: la de Norteamérica, la de Cocos, la del Pacífico, la de Rivera y la del Caribe, así que los sustos están a la orden del día, suene la alarma sísmica o no, como ha ocurrido recientemente en esta ciudad (poco falta para que la apoden “La Tembladuría”): microsismos con epicentro en Álvaro Obregón, perceptibles sobre todo en las colonias San Miguel Chapultepec, Tacubaya, Lomas de Chapultepec, Polanco, Escandón y Condesa. Raúl Valenzuela Wong, especialista del Departamento de Sismología de la UNAM, asegura que “no son nada fuera de lo común”, pero de cualquier manera provocan el desalojo de hogares y oficinas, además de movimiento trepidatorio en redes sociales.

La misma UNAM ha alertado de que 20 por ciento de la población que experimentó el terremoto de 2017 tiene ansiedad, trastorno depresivo y estrés postraumático, padecimientos que podrían presentar hasta por 20 años y por los que la Secretaría de Salud de la Ciudad de México ha dado atención a 4 mil 600 personas.

¿Estamos preparados para otra eventualidad? Tal vez no lo sepamos hasta que llegue el momento de demostrarlo. Lo que sí sabemos es que en diciembre Sheinbaum presentó un plan de emergencia en caso de sismos, coordinado por la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil, en el que se establece la actuación correspondiente a cada dependencia para que en 15 minutos se activen los protocolos y en un mes se tenga un diagnóstico preciso de los daños. Además creó la plataforma Sentika, para quienes quieran registrarse como voluntarios en contingentes de ayuda, porque si algo sabe el gobierno es que fueron los ciudadanos quienes salvaron la ciudad tanto en 1985 como dos años atrás.

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