Una bandera multicolor adorna los brazos de la camiseta blanca que los integrantes de este equipo de futbol LGBT usan como uniforme. La combinan con un short negro y tenis según el gusto de cada jugador. Pisan el pasto sintético, calientan con un par de balones y empiezan a correr en fila hasta el centro del campo.

Las personas se asoman atrás de las rejas con escepticismo. Algunos cuchichean, otros sonríen. Algunos jóvenes se dan codazos como insinuando algo. Apenas suena el silbato y empiezan a jugar. Pasan, driblan, controlan y tiran a la portería.

Si no fueran conocidos en el barrio, la idea no pasaría por su cabeza, pues dentro de un deporte considerado para “machos”, Snorbak, el único equipo de futbol LGBT de la colonia Moctezuma, ha sido tres veces campeón de la liga.

“Al principio las venían a ver por morbo, decían ‘vamos a ver a los jotitos’. Había quienes se burlaban y los que insultaban. Muchas personas pensaban que venían a dar show como si fueran muñequitos de feria, pero con cada partido les fueron callando la boca. Son chicos con muy buen nivel y ahora los vienen a ver por su forma de juego”, dice Claudia Cortés, coordinadora del equipo.

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Snorbak nació en octubre de 2011. Eran un grupo de amigas que se juntaban a jugar de manera informal hasta que un día las invitaron a Toluca a un partido, en el que, desde la porra, les gritaron “vamos, cabronas” y desde ahí se quedaron con el nombre.

“Solo volteamos la palabra ‘cabronas’ y le dimos estilo a las letras para que al gritarla o escribirla no se escuchara mal, sobretodo porque vienen muchos niños a los partidos. Empezamos a ver que nos iba bien jugando, formamos un equipo y nos unimos a los torneos”, narra Marisol Medina, una de las fundadoras.

El objetivo inicial era juntar mujeres para jugar, pues consideran que en el ámbito deportivo tienen menos oportunidades de desarrollarse, el proyecto fue creciendo y dejó de tener límites. Incluyeron a mujeres abiertamente lesbianas, gays y miembros de la comunidad Trans para formar un equipo de futbol LGBT que promueva la igualdad.

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Cómo es un equipo de futbol LGBT

Snorbak es diverso no solo por sus preferencias sexuales. Destacan por tener equipo femenil, varonil y mixto y en ellos juegan amas de casa, contadores, taxistas, personal bancario, estudiantes y oficinistas. Comparten la pasión por el futbol, que a la mayoría les empezó desde la infancia.

Marisol, por ejemplo, empezó a jugar a los ocho años en el deportivo Plutarco Elías Calles. Fue parte de varios equipos que la llevaron a torneos y a conocer gente que la impulsó a fundar Snorbak. También está Maricarmen, una taxista que aprovecha el futbol para sacar el estrés de su trabajo y quien ha jugado en equipos de las colonias Guerrero y Tlatelolco.

La coordinadora Claudia Cortés jugó hasta la juventud, pero tuvo que dejar el deporte por problemas económicos y la necesidad de empezar a trabajar. Sin embargo, canaliza su pasión por el futbol al coordinar al equipo de futbol LGBT y buscar patrocinios para comprar los uniformes, balones o para los pasajes cuando participan en torneos fuera del deportivo. Quizá por eso, entre los compañeros, es conocida como la “madrina”.

Como parte del equipo varonil está Aldo Peralta, un joven que ha jugado en diferentes equipos LGBT –de los siete que existen en la CDMX–  e incluso representó a México en los Gay Games de 2014 en Cleveland, Estados Unidos, en el que obtuvieron una medalla por el tercer lugar.

“En estos equipos hay mucho talento, pero te das cuenta que por la falta de apoyo las mujeres y los hombres se quedan en las canchas del barrio aunque tengan muchas habilidades. Por eso queremos crear oportunidades, hacer que Snorbak represente a México, que tire los estereotipos y la visión machista de que el fútbol es solo ‘para hombres’”, dice Claudia.

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A meter gol en la sociedad

Entre 2011 y 2018, la Federación Mexicana de Futbol (Femexfut) pagó 11 sanciones por el grito homofóbico “eeeh, puto” en partidos internacionales de la Selección Mexicana. El último caso conocido fue en el partido México-Alemania, del Mundial Rusia 2018, cuyos gritos costaron a la Federación el equivalente a 204 mil pesos.

Sin embargo, los partidos internacionales no son los únicos en los que se escuchan estos gritos. En los llanos y en los deportivos los insultos son comunes. “Si a esto le sumas que somos un equipo de futbol LGBT y que esas palabras las ocupan normalmente para referirse a nosotros, pues es peor”, dice Aldo Peralta, quien ha escuchado insinuaciones, reclamos porque “lo gay se pega” y toda serie de insultos.

“Estamos tratando que un deporte machista se deje de ver como tal y que incluya a todas y todos los que nos gusta el futbol sin importar quiénes somos afuera de las canchas o a quién amamos. Con el tiempo nos ha funcionado pues ahora la gente nos empieza a ver diferente. A nosotros nos interesa que se sepa que somos gays pero también que sabemos jugar y que damos resultados”, dice.

Los cambios se han visto poco a poco. De ser vistos como los “raros” de la liga, ahora se han hecho de un grupo de aficionados que los alienta cada domingo. Otros equipos les piden juegos para entrenar, hay jugadores contrarios que se acercan a darles consejos y ya no hay familias que se sientan incómodas por llevar a sus hijos a los partidos.

“Lo importante ha sido que nos conducimos con respeto. Cada uno tiene su carácter y su forma de expresarse pero nunca nos metemos con otras personas. Nos gusta convivir, traer comida al final de los juegos y compartir el tiempo con nuestras parejas y amigos. Eso en el deportivo ha impactado, la gente nos acepta y nos respeta. Aquí somos personas comunes con amor por el futbol”, dice Aldo.

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