Un evento privado, de una marca de cerveza, con aforo limitadísimo (decían que la capacidad eran 400 personas, pero se veían muchas más) para ver a una reconocida banda internacional puede ser visto de dos formas. Desde los que se quedaron con las ganas y los que estuvieron ahí para presenciarlo. Afortunadamente fui parte del segundo grupo y estoy aquí para contarles.

El Casino Metropolitano, un edificio olvidado junto al MIDE (el flamante Museo Interactivo de Economía), en la calle de Tacuba en el Centro Histórico, fue el testigo vivo que presenció la noche. Comenzó Yokozuna, combo nacional de dos piezas que no sólo se ha hecho de un público cautivo en el DF y el Interior de la República (ja), sino que está atrayendo la atención de ojos de importancia a nivel mundial, como Roadrunner Records. Su propuesta de atasque, chicas sin ropa interior y música cruda fue la idónea para comenzar la noche. Hasta adelante, la banda aferrada, los que hacen el slam y el crowd-surfing, los que hacen el rock, pues. Atrás, la pandilla escenosa, de gafa oscura y atuendo de diseñador. Ellos, no se pueden perder una fiesta y los pocos fans que consiguieron boleto no podían perderse a Wolfmother. La mezcla de rock macizo con trend, ya hacía una noche única.

Terminó Yokozuna, comenzó el soundcheck. Detrás de unas mamparas se podían ver las siluetas de Andrew Stockdale y su banda, calentando como si fueran a correr un maratón. Ejercicios aeróbicos con cabelleras encrispadas. Todas las bandas tienen ritos antes de salir al escenario y en esta ocasión parecía que iban a tocar en el estadio de Wembley. El escenario sin embargo, era aún más pequeño que el del Alicia, lo que le daba una vibra de exclusividad underground, como si se tratara de una banda con credibilidad local en un pequeño bar del DF.

Salieron a interpretar "Dimension" en medio de ajustes de sonido. El piso del edificio se movía, denotando la fragilidad de la estructura. Muchos le rogamos a San John Bonham que no se colapsara. Baño general de cerveza para todos, hasta a las cámaras, que captaban en vivo a la banda para el streaming, se mojaron de ese líquido precioso, total… eran gratis. Después un par de canciones de su Cosmic Egg para afinar las fallas en el audio. A partir de "Woman", Wolfmother se adueñó de la audiencia. Sonaban impecables, sudaron el concierto, mantuvieron la atención de fanáticos y posers por igual. Hicieron lo que una banda de rock tiene que hacer: tocar bien, fuerte y con estilo. No necesitaban visuales ni secuencias, sólo sus instrumentos.

Stockdale, el líder y único miembro original de la banda, se ha convertido en un frontman entrañable. Tanto sabe bailar que tocar y cantar a tonos altísimos. Durante la épica "White Unicorn" hicieron un puente alargado y se les hizo fácil tocar "Riders on the Storm" original de The Doors. Primer momento verdaderamente épico de la noche. El vocalista dejó su guitarra, se contoneaba y se entregaba al público. La tocaron completita para regresar a terminar su canción. En medio de solos de guitarra, un baterista/motor que era igualito a Carles Puyol, las patrioteras porras a México y moshpits que cimbraban el piso, Wolfmother dio cátedra de cómo tocar rock. Una banda de verdad.

La noche seguía, la banda cansaba a los fanáticos de hueso colorado, pegados a la barda de contensión. "The Joker and the Thief" marcaba el final del set, sudoroso y potente. Todos con una sonrisa en la boca y un brindis de la banda al más puro estilo australiano: "¡Viva México Cabrounes!". La banda regresó, para tocar un par de canciones más, la segunda, la cereza en un pastel que ya estaba más que cocinado. "Baba O Riley" de The Who, interpretada de manera íntegra e impecable para despedirse.

Hay dos caminos en este tipo de eventos, la fiesta que da la nota por ser una buena fiesta, y la fiesta-concierto que se vuelve leyenda, porque pocos estuvieron ahí. Afortunadamente, estuvimos en el lugar correcto.

Setlist: