Ramón Rojo es fundador de Sonido La Changa, uno de los sonideros pioneros más importantes del país, ha puesto a bailar a cientos de miles de personas durante 49 años de trayectoria. Los sonideros son parte del paisaje sonoro de la ciudad y le han aportado mucho regocijo y sabor a la ciudad, dejar el barrio para poner a la gente a mover el cuerpo es un trabajo satisfactorio aunque no todo ha sido miel sobre hojuelas.

Vamos desde el principio, ¿Por qué La Changa?

En los 60 mi papá nos abandonó, mi mamá trabajaba de mesera en un café de chinos, y de las propinas nos daba de comer, a mi abuela que era discapacitada y a mí, que era hijo único. Como las televisiones eran caras a duras penas compró un radio y ahí escuchaba la radionovelas, a mí me gustaba la de Chucho el Roto, que le robaba a los ricos para dárselo a los pobres, y le ayudaban dos personajes el Rorro y La Changa, de ahí salió, me decían oye Changa tráeme esto, oye Changa tráeme lo otro.

¿Recuerdas cómo fue la primera vez que tocaste?

Fue en el mercado 36 de Tepito, mi tío tenía su accesoria y los fines de semana me tocaba vender discos afuera, yo tenía 20 años. Un día se me acerca una señora y me dice, “oiga joven cada vez que paso a mi mandando escucho su tocadiscos ¿En cuánto me lo renta?, es la fiesta de mi hijo en Azcapotzalco”, yo no pensaba en eso, le dije págueme el taxi y le cobro 5 pesos la hora, cerramos el trato, le conté a mi mamá y me dijo “uy ahora te vas a volver cilindrero o qué”, “no, voy a ser sonidero”, le respondí y de ahí salió la palabra.

Ya en la fiesta, me conecté y empecé a tocar, querían las mañanitas y no las tenía, yo solo tenía de La Matancera y después de un rato se aburrieron, querían algo más moderno, sólo tenía la de Mungo Jerry, “En el verano”, entonces tocaba cinco de La Matencera y a Mungo Jerry, la señora me sacó un bonche de discos y amplío mi repertorio, total que se hizo la machaca con la música, al ratito cayó una granizada muy fea, yo creo que ese fue el bautizo de La Changa.

En la dinámica de mandar saludos y mensajes mientras está el baile, ¿qué es lo más raro que has dicho?

Pues más que eso, yo compuse unos chistosones ahí te van, “Un saludo a la familia Melo de parte del Chupas y El Pajarito, tengo un cuate que es raterito, le gusta la uña y cuando llega digo, “Ya llego mi amigo Julio, ¡Cuídenle las manos, cuídenle las manos!”, tengo un amigo gay que está re feo, tiene más cara de chango que yo, y cuando lo veo y tocamos le digo, “Ya llegó la amiga Sonia la única mujer que despreció King Kong”.

Hace algunos años La Changa fue el primer sonidero en presentarse en el Vive Latino, ¿Cómo elegiste el set de canciones y cómo fue esa experiencia?

Yo pensé luego luego que tenía que tocar las cumbias y las salsas clásicas de antaño, y fue un éxito, recuerdo que estaba empezando a llover y que pongo “Gotas de lluvia” de Grupo Niche y como que prendió, y por ahí me fui con los clásicos, 60 minutos se les hicieron pocos, querían más.

¿Qué es lo más complicado de la chamba?

En este momento ir a Estados Unidos, yo cuando iba a tocar allá pasaba de ilegal, con micas y documentos de gente que se pareciera a mí, pero no todo fue suerte, tuve cuatro deportaciones, en el 2010 un tipo me engañó se quedó mi dinero y para no pagarme me echó a la migra en un aeropuerto de Utah, estuve en la cárcel casi un mes, después me dejaron salir porque les dije la verdad, checaron y me dijeron “eres famoso, es increíble que estés acá, por esta vez te vas a ir”.

¿Cómo son las giras de un sonidero?

Sólo pido un rider, especifico qué reproductores y qué equipo voy a usar, yo llevo mi música, mi micrófono, mi talento y los fabulosos changazos, no uso computadora, yo llevo los discos, mi mente es más rápida, ya sabe dónde está las canciones, hay gente que piensa en el dinero, yo estoy pensado qué canciones voy a poner al día siguiente, y eso sí; que me paguen el avión.

¿Algún consejo para quienes quieren tener un sonidero?

A veces se me acercan chavos y me preguntan lo mismo, yo solo digo que si les gusta no lo dejen, también hay que estudiar, y ya en la chamba hay que leer a la gente para que no deje de bailar, a mí me daban de tomar, de fumar y las mujeres al final se me acercaban y pues nos íbamos al colchón, fíjate qué profesión tan bonita, no puedo pedir nada más.

Así es como ha vivido un clásico de los barrios, a veces le sufre, otras le goza pero siempre hace su trabajo con pasión.