La historia del rock se escribe de manera retroactiva. Como ejemplo está Joy Division, una banda que aunque hoy parezca lo contrario, por décadas fue compartida sólo a través de susurros. No fue sino hasta los tempranos años del siglo 21 cuando bandas como Strokes e Interpol los reivindicaron como nuevos clásicos cuando ya no se puede pensar en ellos como fundamentales del rock, la portada de su debut Unknown Pleasures casi tan famosa como el logo de los Rolling Stones.

De manera similar se encuentra Orchestral Manoeuvres In The Dark, un grupo que ha tomado muchas vidas pero no se le ha establecido como uno de los grandes. En un Pepsi Center abarrotado de chicos y grandes vistiendo tanto ropa sensible como chamarras de cuero, OMD tomaron el escenario como las leyendas que son e hicieron un concierto de clase internacional que tuvo al público sin descanso ni momento para dejar de sonreír.

Se plancharon un set privilegiado con canciones icónicas de toda su carrera, desde “Messages” de su debut homónimo hasta “The Punishment of Luxury”, tema que le da título a su producción próxima a salir. No hubo producción del escenario complicada o trabajo de visuales en las pantallas, pero no les hicieron falta; lo lograron con sólo una batería, dos sintetizadores y el ocasional saxofón. Andy McCluskey se entregó como todo un atleta con una energía insuperable que quisiera ver en una persona con la mitad de su edad, bailando, cantando y tocando el bajo. Hasta el recinto notorio por mala acústica se cuadró y afinó sin un pero que notar.

Al contrario de muchos actos longevos que tienen marcadas etapas favoritas entre sus fans; sea su material de culto con el que establecieron su sonido o las canciones más famosas, con OMD esto no ocurre. Otros grupos hubieran experimentado un bajón de energía al pasar del magnánimo “Forever (Live and Die)” –un trancazo comercial en nuestro país– a “Souvenir” o “Radio Waves”, pero estas fueron recibidas con el mismo fervor. Canción tras canción, la energía subía, no importaba cuán nueva, vieja, post punk o pop ochentero.

Entre el público estaban los que crecieron descubriendo la nueva música de Inglaterra a través de “Enola Gay”, los que bailaron hasta el amanecer con “Secret”, los que lloraron al escuchar “If You Leave” al final de un VHS de la cinta Pretty In Pink y quienes no estuvimos en su época dorada pero tenemos una conexión emocional grande con esta música melódica, electrónica y experimental que sentimos desde que la escuchamos por primera vez. Fue un momento de nostalgia atemporal individual que vivimos como uno, bailando y coreando.

Al finalizar la noche, por menos de cuatro minutos, el hit más grande del universo fue “Electricity”, el sencillo debut de la banda lanzado un mes antes que el Unknown Pleasures en la misma disquera en 1979. Cuando salió, no arrasó con las listas de popularidad pero al cerrar el concierto de OMD, fue como si ninguna otra canción había sido tan amada en la historia de la modernidad.