Por Carlos Dávalos, que le entró a esta onda con Nightmares on Wax

El mundo de la música independiente, cómo la entendemos ahora, divorciada de los grandes corporativos trasnacionales; tiene contados arquetipos que sirven como ejemplo ideal para entenderlo. Warp Records, la disquera inglesa que ha cultivado artistas de música electrónica inteligente (IDM) desde hace 20 años, es de los pocos sellos que se sostienen sólidamente y que son incuestionable garantía del mundo independiente.

Warp Records arrancó en Sheffield, una ciudad que integra el corredor industrial del norte de Inglaterra (junto a Leeds, Manchester y Liverpool) y que tiene una relación estrecha con la industria del carbón. Edificios altos, fríos y tapizados de sombras. La cara urbana de un sonido fracturado, firmado por la frialdad del clima y lo fortuito del individuo solitario en la recámara.

La inestabilidad del negocio indie nunca ha lastimado a Warp, han diseñado estrategias clave (como desarrollar contratos basados en álbumes a largo plazo o tener un tacto casi divino para escoger sus artistas) que han permitido surfear las olas caprichosas de la moda y, mucho más allá de eso, confeccionar un sonido que es referente automático; incluso dentro de los circuitos experimentales del arte sonoro.