Hay música que tiene el poder de cambiarle las dimensiones al lugar en donde es reproducida, la que puede lograr una transformación del tiempo, hacer que corra más rápido o más despacio. En lugares como la playa, artificios como el reloj salen sobrando. Basta y sobra con voltear a ver las sombras que el sol o la luna crean para saber fácilmente en qué momento del día estás.

Esta casa en la playa, desoladora, fantasmagórica, es atemporal porque siempre refleja tonos monocromáticos, como cuando amanece o atardece. Es la hora cero, una instantánea de la irrelevancia del tiempo. Es cuando los románticos de todo el mundo voltean al sol, para verlo levantarse o fallecer inevitablemente. Es justo ese momento neblinoso, lo que ha perfeccionado Beach House a través de tres discos de estudio.

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