La fiesta metalera no estuvo a reventar, pero dio de qué hablar
Por: Colaborador
Parece ser que el metalero de hueso colorado es aquel que tiene el olfato —bueno, el oído— para detectar losriffsmás rudos y, entonces sí, meterse almosh pita soltar madrazos.
Pero que nadie se alarme. Por más rudo que se lea, en este baile donde los fans del género corren en círculos para aventarse la carrocería hay reglas: nada de golpes directos y se debe ayudar al caído.
“Está leve, se perdieron los valores del metal”, suelta entre bromas un joven a sus amigos tras salir del terreno de batalla, y con Slayer tocando en el escenario principal del Knotfest.
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En tanto, dentro del círculo unos 90 kilos coronados con unos punketos cabellos rojos azotaban en el piso del Centro Dinámico Pegaso. Nada grave. El chico con el torso desnudo recibió inmediatamente varias manos para reincorporarse, se pasó a los carriles de baja velocidad y recuperó el aliento.
Slayer, la banda de thrash, fue una de las encargadas de ponerle velocidad y rudeza al primero de los dos días de este festival creado por Slipknot.
Se trata de la segunda edición del festival en México, pero a diferencia del año pasado esta vez se programaron bandas para el sábado y el domingo —con The Offspring, Deftones y Slipknot como estelares para la jornada de hoy—.
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Quizá por ello no hubo demasiada gente el sábado, pues hasta los revendedores tuvieron que ofrecer boletos a menor costo de como los adquirieron: 900 pesos por un acceso que les había costado poco más de mil.
Entre los grupos fuertes del sábado estuvieron Marilyn Manson, Disturbed, Meshuggah o Killswitch Engage, y por supuerto Avenged Sevenfold, agrupación encargada de cerrar.
>>Ve aquí el tropiezo de Marilyn Manson en su regreso a México
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Como suele ocurrir en los festivales masivos, hubo retrasos en las presentaciones. Por ejemplo, Slayer subió al escenario 20 minutos después de lo programado, Avenged Sevenfold se retrasó 30 y apareció hasta las 21:30.
El festival ofreció las atracciones del año pasado, una feria con una rueda de la fortuna y un museo sobre Slipknot incluidos, además de un corredor de food trucks cuyos precios promedio son de 150 pesos.
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Las playeras y paliacates negros, los maquillajes, las chamarras y las botas de piel destacaron entre los fans, quienes usaron los recesos entre bandas para tirarse al pasto, descansar los pies o comer.
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Hubo quienes aprovecharon para entrar a otro tipo de batallas, no de madrazos, sino de bagaje metalero, rescatando de sus memorias nombres, fechas, giras o anécdotas que ilustraran quién conocía mejor a cierta banda.
Además, ¿qué festival de música no tiene sus “chichis pa’ la banda”? Este sábado una chica hizo lo propio durante el concierto de Marilyn Manson, un gesto que agradeció el personal que ya empezaba a sentir el frío de San Mateo Otzacatipan.
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