Ante todo el sonido encabronado de la banda. A la altura de las expectativas de un público que no siempre es recompensado con buenas sonorizaciones. El agradecimiento vino en ovaciones con la primera nota de “Ocean Planet”, del álbum From Mars to Sirius (2005) –que casi tocaron en su totalidad, en el concierto que ofrecieron en el Circo Volador.

Gojira retumba en los recintos que pisa, quizá en homenaje al monstruo que representa con su nombre: Godzilla. Se trata de la furia de un animal herido, que intenta escapar del cautiverio embistiendo todo lo que encuentre a su paso. Con una ejecución impecable, su estruendo nace del respeto a los silencios, de la valoración musical de los espacios entre notas. Síncopas violentas, discontinuas y bruscas. Saccadées, como dirían los propios franceses para referir a los ritmos musicales sorprendentes, atípicos.

Gojira demostró ser una banda sólida. Con carácter escénico. En su tono se nota de inmediato disciplina, dedicación y compromiso. Constituyen un cuarteto de distinguibles, en el cada uno de los músicos contribuye con precisión y entrega absoluta a la organicidad de la bestia. Son audibles y vistosos; un show contundente que se mejora con el paso del tiempo. Tanto “The Way of All Flesh” y “L´enfant sauvage”, fueron los otros dos discos que estuvieron presentes en el set list. Desde temas como “Orobus” y “The Art of Dying”, hasta “The Axe” o la propia “Flying Whales”, el concierto se mantuvo con fuerza y energía a tope.

Al frente el vocalista y guitarrista Joe Duplantier, cuyos riffs y letras condensan el sello de la casa. Furia y conciencia, quizá así deben de leerse las primeras frases interpretadas por el líder fundador: “I´m in a cage. I´m looked up. Imprisioned I live”. El activismo ecológico de la agrupación francesa es reconocido a nivel internacional. Hablo de una postura pachamámica en versión metalera, subversiva y liberadora. Llama la atención que Francia sea la cuna de una banda que enarbola la bandera de lo salvaje, de la vitalidad adormecida en cada uno de nosotros. Y subrayo lo anterior porque es precisamente en ese país donde se construyó la idea del contrato social, donde se reflexiona sobre la necesidad de renunciar a nuestras pulsiones para vivir en sociedad, sometidos a la ley, domesticados por las normas.

Al contrario de esto, la propuesta de Gojira puede interpretarse como una invitación al reencuentro con nuestras pulsiones; una incentivación para liberar nuestra energía animal. Lo que proponen es la generación de una toma de conciencia planetaria –una transformación en nuestra manera de ser especie. Si en el metal hay antagonismo por tradición, en Gojira hay causa profunda. No se trata de un activismo vociferante y fotogénico, sino de un encausamiento del enojo e inconformidad que pervive en el metalero promedio y que es explotado con atino.

Pero todo esto no serían más que mera retórica sin la traducción (véase teatralización) musical que llevan entre manos. Reluce enseguida el otro Duplantier, Mario, quien a cargo de la batería representa lo locura genial de un cuerpo mecánico llevado al límite. Sin duda uno de los más aplaudidos durante el espectáculo. Con un solo ejemplar y una intervención en la guitarra y los guturales, el músico se confirmó como el fundamento energético de la agrupación. Destaca también el bajista y su sonido chunky, Jean-Michel Labadie, quien no paró de sacudirse en el escenario y plumillear con violencia sus cuatro cuerdas. Y restan los aplausos para el otro guitarrista, Christian Andreu, que aún siendo menos protagónico en stage goza de una potencia machacante y singular en sus interpretaciones.

Gojira es una banda demoledora en el sentido lato del término. Vale la pena profundizar en su filosofía. El show de ayer fue potente, preciso y liberador. Y aquí comparto una serie de calificativos del público que levanté al finalizar la noche (y que de alguna forma acompañan la redacción de esta reseña): “impresionantes”; “cabronsísimos”; “machacantes”; “espectaculares”; “salvajes”; “poderosos”; “locos”.

¿Ustedes fueron a ver a Gojira?