Metro Balderas (así o más lleno)
Gorillaz. No había ningún otro acto al mismo tiempo y por obvias razones era la banda más esperada de todo el festival, la que cerraría todo el changarro. No decepcionaron, sino todo lo contrario. Damon Albarn logró que más de 75,000 personas presenciaran su genio y grandilocuencia… fue como un musical. Como banda de acompañamiento tuvo a Mick Jones y Paul Simonon (The Clash), además sacó ensambles y orquestas de otras latitudes, tuvo invitados virtuales y en persona y además se dio el lujo de tocar canciones para escuchar, y no para bailar. Todos los ojos de Coachella estaban ahí.

El oso
Sly Stone, uno de los talentos más esperados (y citados por el resto del cartel) para el domingo, nomás no apareció a la hora que le tocaba. Eso hiciera que los itinerarios de miles que queríamos verlo nos lo perdiéramos. Además su presentación fue desastrosa, paraba las canciones a la mitad, no se sabía las canciones y estaba completamente drogado. En fin, es una leyenda viva… qué le vamos a decir.

Mejor look
El escenario principal lució elegante y al mismo tiempo sencillo cuando Pavement se reunió ahí. Compactos, todos juntos, se veían como una banda de garage ensayando. Arriba, series de focos adornaron el momento, unos instantes íntimos que pasarán a la historia del festival. Sin más parafernalia, los de Stockton, California tocaron impecablemente canciones para universitarios noventeros enojados. Así es el rock.

El reven
Julian Casablancas retacó la Mojave Tent. Acompañado de otros 6 músicos presentó su disco electroso, se dio el lujo de tocar “Hard to Explain” y puso a todos a bailar con su música. El muchacho consentido del rock se sabe un rockstar, pero no descuidó su presentación en sociedad. El techo de la carpa llovía… sudor.

Lo sobrevaluado
Esto es de todo el festival, pero ¡QUÉ /()&/%& CON LOS PRECIOS! Si hablamos de sobrevaluados comencemos por el agua: 2 dólares. Una rebanada de pizza: 6 dólares. Una bebida energética: 5 dólares, un vasito de cerveza: ¡7 DÓLARES! Ya para el tercer día, los bolsillos de los asistentes estaban bastante heridos. ¿No que estaban en recesión?

La banda descubrimiento
Ya son conocidos en México, incluso me atrevo a decir que más aquí que allá, pero King Khan and the Shrines dieron un show de antología. Botargas en la tarima, una porrista, quema masiva de billetes de a dólar y un sujeto que bailaba funky setentero aderezaron la presentación de este tipo con su orquesta. Qué forma de divertirse… al menos, los pocos que estábamos ahí.

La banda que todos esperaban
Phoenix, Phoenix, Phoenix. No hay más que decir. Convocaron hasta a las abuelitas de los asistentes.

La decepción
Charlotte Gainsbourg. Que alguien le enseñe a cantar a esta guapa señorita. Claro, el apellido pesa y más si Beck, Jarvis Cocker o Air te han producido tus discos, pero en vivo nomás no.

Momento Coachella
De la Soul, legendario trío de hip-hop tomó por asalto el escenario. Con sección de metales, percusiones, guitarra y bajo, pusieron a bailar a todo el festival. Divertidos, desmadrosos y siempre precisos, se estrenaron con el pie derecho la tarde del domingo en el festival. Después salieron con Damon y Gorillaz, pero esa fue otra historia. Era imposible no sonreír mientras los veías hacer lo que mejor saben: echar fiesta.

Lo mejor
Thom Yorke, acompañado de Flea y Nigel Godrich (la banda se llama Atoms for Peace). Reinterpretaron completo el álbum debut del vocal de Radiohead, lo reinventaron y hasta bailable lo volvieron. Fue el entremés para Gorillaz, pero nos quedamos con este por lo emotivo de la presentación. Incluso Thom tocó “Everything in its right place” y “Airbag” en versiones acústicas. Se escuchaba y se veía impecable. Una buena forma de decirle adios a tres días de música, sol y arte.