Una marea de chaquetas de cuero, cabezas entrecanas y líneas de expresión pronunciadas en el semblante es lo que vimos anoche en el Plaza Condesa. Inundado por fragancias y lociones con olor a maderas cítricas, los asistentes reafirmaban que un sector de la población capitalina que nació en los años sesenta y setenta estaban presentes para ver a Alan Parsons Project y The Electric Light Orchestra, llamada para esta gira simplemente The Orchestra.

Algunos ‘párvulos’ acompañaban a sus padres. The Orchestra (conformada por integrantes fundadores de ELO) abrió con rolas como ‘Sweet Talking Woman’, ‘Get It Out Of My Head’, All Over The World’, ‘Confusion’, Telephone Line’ y ‘Do Ya’, para dejar la pista caliente después de 75 minutos de rock sinfónico abarrotado de calidad.

Multiinstrumentista, compositor, arreglista, productor e incluso colaborador en la manufactura del ‘Abbey Road’ y ‘Let It Be’ de The Beatles, Alan participó también posteriormente en grabaciones de The Hollies, Paul McCartney & The Wings y Pink Floyd. Estas credenciales son una muestra de sinónimo de calidad en su trabajo.

Luces que emanaban del escenario se convertían en estrellas en el techo del inmueble. Las letras del escritor ruso-norteamericano de ficción, Isaac Asimov, se convertían en notas musicales futuristas, a través del sintetizador Moog que palpaba con esmero las manos de Parsons mientras sonaba ‘I Robot‘.

“¿Cómo están México? Es bueno estar de vuelta”, dijo Parsons, quien lucía un look como el que alguna vez presentó el legendario vocalista de Canned Heat, Bob Hite “The Bear”.

‘Damned If I Do’ fue una confesión de las debilidades que posee el hombre en su interior.‘Don’t Answer Me’ congrega la magia acústica que posee Alan Parsons a pesar de su duro semblante, aderezada con los bellos coros de P.J. Olsson y Alastair Greene.

Un intenso bajeo de Guy Erez fue la introducción a ‘Breakdonwn’, melodía de tintes progresivos que su fundió en las alas de ‘The Raven’, donde Greene intensificó los rasgueos para que varios cuarentones comenzaran a agitar sus cabezas con incipientes cabellos.

Olsson logró que varias parejas que llevan por lo menos un par de décadas juntos se tomaran de la mano con ‘Time’, exquisita muestra vocal (originalmente cantada por Eric Woolfson) que dicta el adiós de un hombre que lo ‘apostó’ todo en la vida.

El ‘cuasi’ funk de ‘I Wouldn’t Want To Be Like You’ despertó de un breve letargo a la audiencia.Pero ‘The Turn of a Friendly Card’ hizo que nadie parpadeara por la intensidad de los acordes que contiene en los cinco movimientos que conjugan su estructura de casi 20 minutos de duración.

The Turn of a Friendly Card, Part One Pieza inició con una secuencia de piano y flauta y abriólas puertas a los arreglos de jazz e improvisaciones fantásticas con sintetizador de Snake Eyes-The Ace Of Swords, muy al estilo del ‘Superttramp’ que se escuchaba en ‘Crime Of The Century’ o ‘Even in the Quietest Moments’.

El tema que los posicionó como parte de la camada de bandas de Progresivo en los setenta continúa con una balada: Nothing Left To Lose, donde Parsons muestra que la armonía de su voz no se ha deteriorado en lo absoluto.Una esplendorosa amalgama de sonidos del sexteto liderados por un solo de guitarra de Greene cerró con The Turn of a Friendly Card, Pt 2.

‘’Psychobabble’ y ‘Prime Time’ hicieron sacudir la polilla de los asistentes por sus ritmos ochentenos y ‘Dont’ Let It Show’ retornó a las raíces del grupo.

‘Sirius’, ensamble de ritmos espaciales, es recordada por ser la introducción de la dinastía de los Chicago Bulls que ganó seis Campeonatos en la NBA, durante la década de los noventa en el Chicago Stadium y el United Center.

Además sirvió de inicio a ‘Eyes In The Sky’, canción inspirada en el libro ‘1984’ de George Orwell y uno de los exitos más grandes del grupo que hizo desgañitar las rasposas gargantas de los mil 800 ‘jóvenes’ que se dieron cita en el recinto de la Condesa.

El cierre con ‘Old & Wiise’ y ‘Games People Play’ dejó satisfechos a los asistentes, que ovacionaron durante más de dos minutos a Alan Parsons y compañía, quienes demostraron que la madurez sigue abriendo caminos de nostalgia por el pasado.