¿De qué se trataba?

Un tipo, según esto muy ricachón, busca pareja entre una caterva de taradas. Cada una juraba y perjuraba que se estaba enamorando de él de veritas y no por su dinero. Al final, una vez que el tipo escogió a una, le reveló que en realidad era un albañil de poco pelo. “Pero todavía me amas, ¿verdad?”. Naranjas, la tipa lo botó en la luna de miel.

¿Por qué lo veíamos?

Porque deseábamos que alguna fuera tan cínica como para decir: sí, estoy aquí por el dinero (como Samantha, de Sex & the City, que nunca se ha andado con medias tintas). En lugar de eso, vimos a un montón de hipócritas que al final, quién lo hubiera predicho, sí estaban ahí por el dinero.

¿Qué premio debemos ganar por recetárnoslo?

Los dos millones de dólares que el estúpido protagonista jamás tuvo.