Combimaniáticos: trabajan de día, se reúnen de noche

Ciudad Nezahualcóyotl me daba miedo. Durante casi todo el tiempo que he vivido aquí, la evité… hasta hace un par de años, cuando una revista me mandó ahí a hacer un reportaje sobre la policía. Pasar una semana en Neza, incluyendo recorridos en una patrulla, me ayudo a desmitificar su fama del “Wild East” de la zona conurbada. A pesar de las estadísticas que indican la caída de la incidencia criminal, muy difícilmente llegamos los de la zona céntrica a buscar diversión en Neza. Pero los que lo ignoran, por su lejanía del centro o por temerosos, se están perdiendo un universo entero de la vida nocturna, que se centra principalmente en la avenida Pantitlán, el “Broadway” de “Neza York”.

En un sábado reciente, Federico, una amiga rubia conocida como “El Pato”, y yo encontramos la avenida repleta de letreros de neón que anunciaban cantinas, bares de table, de salsa y de son, y salones de juego. Primero hallamos una onda muy tranquila en el Rumba y Café. Allí vive la versión de Cuba imaginado en los rumbos locales… Havaneza, por decir. Había chelas y mojitos, trova de 8 a 10 PM y son de ahí hasta la 1 de la mañana. Se valía bailar, y las paredes estaban pintadas con imágenes del Che, de Celia Cruz… y de periódicos en árabe.

Salimos y encontramos un billar que hace también de karaoke. Había que conocerlo. El Billiard House Video Bar tiene una capa de humo que viene de una máquina. Es un lugar lleno de chicos pacificos. No hay nada de pandillas aquí —pero pensándolo bien ¿qué clase de chavo banda estaría en un karaoke croando melodías de Timbiriche? Los asistentes disfrutan cervezas en vasos de un litro, mientras que sus compañeros más atrevidos (o ebrios) trinan en el micrófono. Decorado con luces de semáforo, preventivas y de alarma, el lugar también cuenta con mesas de billar. Era evidente que los tres no éramos parroquianos. Un tipo que se llama Benjamín, bajito y cuarentón, se nos acercó y nos regaló tequila en caballitos que se encendían con luces. Varios chavos probaron suerte con “El Pato” invitándola a bailar, y un joven se puso un poco necio ante la cámara de Federico. Pero no paso a mayores cuando le avisábamos que la gerencia nos había permitido de fotografiar.

Alrededor de la una de la mañana se acabó el karaoke y subió al escenario el grupo Tweeter, que entretenía el público con covers de los Ramones, Los Ángeles Negros y hasta una versión metálica de “El jinete” de José Alfredo Jiménez. La casa regalaba cubetas a las chicas más cachondas y al chico más desmadroso. Ya cerca de las 2:30 todos bailaban al ritmo de Daddy Yankee, no solamente en la pista de baile sino alrededor de las mesas de billar y en los pasillos.

A las 4 de la mañana, aún no queríamos volver a casa. Arbitrariamente, escogimos una cantina que se llama El Lucero con globos rojos y blancos que adornaban su portal. Una vez adentro, nos dimos cuenta que no era una cantina equis. Dos chavos jóvenes y fornidos, desnudos de la cintura para arriba, bailaban para el público cautivo de las ficheras que trabajan en el lugar. Al desabotonarse los pantalones, los tipos dejaban muy poco a la imaginación, lo que causó disgusto a un parroquiano cincuentón y borracho. Se bajó la bragueta y reveló un miembro guango y poco impresionante.

Luego, uno de los chavos, ya con su camisa puesta, pidió que Federico lo acompañara en la calle. Creía que era el “guardaespaldas de “El Pato” y yo. ¿Podía ofrecerle chamba? Le aseguró que fue integrante de AFI.

Claudia era prototípica de las mujeres que trabajan en El Lucero. Agradable y plácida, no se acercó a nuestra mesa hasta que la invitamos, y no pidió una copa hasta que le insistimos. Sólo tenia 15 días como empleada allí. No había envidias: una de sus compañeras hizo una rosa de una servilleta y se la regaló a “El Pato”.