Luego de que el presidente del país africano, Zine El Abidine Ben Ali (al que llamaremos, nada más Ben Ali, y cuya familia –según publicó Le Monde– fue acusada por los servicios secretos franceses de haber abandonado Túnez con una tonelada y media de oro) fuera destituido de forma violenta, después de 23 años en el poder, hoy Túnez formó un gobierno de unidad nacional, encabezado por el actual primer ministro Mohamed Ghannouch.
Todo comenzó con una serie de protestas en contra del desempleo, la inflación y la corrupción gubernamental, pero se salió de control. Aunque el conflicto parece haberse disipado, analistas temen que existe un brote de inestabilidad en la región que pueda poner en peligro a otros países africanos o del Medio Oriente.

En el nuevo gobierno –que estará en servicio durante poco más de seis o siete meses, cuando se realicen nuevas elecciones presidenciales–, algunos ministros conservarán sus puestos; y representantes de las agrupaciones opositoras se sumaron a él.

El primer ministro anunció que todos los presos políticos serán liberados y los sospechosos de corrupción, investigados.

Las protestas dejaron más de 60 muertos.